miércoles, 19 de octubre de 2011

Como en una guerra civil la cifra de asesinatos

por Arys L. Rodríguez Andino / Primera Hora

¿Por dónde es que hay que empujar a este país para llevarlo adelante?

La pregunta, una genialidad de Mafalda, debería empezar a tener respuesta si se quiere parar no la ola, sino el tsunami de asesinatos que, en los últimos 20 años, suman más que la población de un municipio completo. Si todas las personas asesinadas en las últimas dos décadas hubieran vivido en Jayuya, por ejemplo, allí ya no quedaría nadie.

Aun con las incongruencias entre las cifras de la Policía y las del Instituto de Ciencias Forenses (ICF), el saldo total en ambas entidades es igualmente dramático.

Desde 1990 hasta el presente la Policía tiene registrados 17,580 asesinatos. Hasta el 2008 el ICF tiene unos 15, 782, por lo que es muy probable que la cifra supere la policiaca cuando se añadan los números de 2009, 2010 y 2011.

La tasa de homicidios de Puerto Rico el año pasado fue mayor que la de Uruguay e Irlanda, dos países con una cantidad de habitantes similar a la de la Isla. Con 983 asesinatos en el 2010, el cálculo es de 26 homicidios por cada 100 mil habitantes.

El narcotráfico, que también tiene su raíz, es señalado por las agencias de ley y orden como el principal responsable.

“Hay tres elementos que el narcotráfico necesita para funcionar: violencia, corrupción y un público que crea que con el narcomenudeo se va a resolver”, señaló el psicólogo y ex presidente de la Comisión para la Prevención de la Violencia, Salvador Santiago.

Según el experto, la violencia es prácticamente inherente al narcotráfico porque “si me vendes una libra de coca que no es buena no puedo ir a DACO a quejarme”, y la corrupción es esencial para sobrevivir.

El lavado de dinero, con cuya fiscalización parece que no hay mucha rigurosidad, también influye en el nivel de violencia. “Si no controlas el lavado de dinero le permites al narcotráfico mantener operaciones a gran escala”, expresó.

“Otro elemento que agrava es que (Puerto Rico) tiene una frontera abierta de armas de fuego que se consiguen fácilmente en Estados Unidos, y nunca hemos hecho un plan para bregar con esas cosas”, denunció Santiago.

Con una realidad tan violenta, el Gobierno debería, a juicio del psicólogo, tener un plan de país. “El problema más grande que tenemos es que la administración de turno siempre está fragmentada porque son tribus electoreras que, en su afán por preservarse, se les hace difícil negociar planes de proyectos de país. Y el país se nos continúa yendo de las manos”, afirmó.

Para el profesional de la salud mental, ni los federales nos van a salvar ni el problema se resuelve “arrestando a dos o tres en el punto”.

“La violencia en Puerto Rico no es un problema policiaco exclusivamente, pero si no tienes un plan más allá de sentarte con tres guardias y arrestar a 20”, indicó.

A corto plazo, hay pequeños cambios que, según Santiago, pueden tener el efecto de reducir la tasa de homicidios. En Medellín, por ejemplo, se mejoró el sistema de respuesta de las ambulancias.

“Ellos encontraban que los heridos morían en lo que llegaba la ambulancia”, dijo Santiago, quien explicó que los homicidios se redujeron porque morían menos víctimas. “Tienes una agresión agravada, no un homicidio”.

Pero eso es una falsa reducción del nivel de violencia.

No baja el nivel de violencia pero es más fácil bregar con el herido que con el muerto que no sabes quién lo mató. Investigas y arrestas al que tiene el potencial de matar a una persona.

Para el sociólogo César Rey, parte del problema en el país es, precisamente, cómo se empiezan a resolver los problemas.

Una economía informal de un 30 por ciento, que se alimenta de una serie de actividades ilícitas, es parte de lo que el ex secretario de Educación llama “el caldo de cultivo de la violencia”. Eso, unido a 1,500 puntos de drogas y un 56 por ciento de menores bajo el nivel de pobreza no es un buen terreno para cosechar un mejor país.

“A mí me parece que va acompañado de mucha pobreza, del falta de política pública coherente; no hay una visión salubrista y mucho menos humanista”, expuso Rey.

¿Qué refleja un país con una tasa de homicidios tan alta?

Habla de una fragmentación dramática, una polarización de clase. Ese índice debe ser sintomático de una guerra civil no declarada.

En el país reina, según Rey, una incapacidad para el diálogo. “Cuando se compara con otras sociedades que han tenido problemas más graves que nosotros y han podido rehabilitarse, es por la capacidad de junte que trasciende los cuatro años de un partido”, expuso. “Aquí existen carteles internacionales. Eso deja una ingobernabilidad dramática”.

Santiago coincidió en que los políticos tienen que convocar a la gente más allá de las fronteras partidistas.

“Tenemos mucho capital intelectual, pero los políticos no beben de ese capital. Están adictos a los titulares”, manifestó el psicólogo.

A pesar del panorama que parece desesperanzador, Rey también apuesta a que es posible construirlo de otra manera.

“El llamado debe ser a ver cómo creativamente armamos el país”, dijo, y reconoció que no se puede definir un proyecto educativo si no se tiene definido un proyecto de país.

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