martes, 2 de agosto de 2011

Abuso policial en Loíza

por Maribel Hernández Pérez


Una familia de la comunidad Villa Cristiana, en Loíza, vive con miedo desde que un contingente de supuestos policías llevara a cabo un allanamiento ilegal en su residencia, les tomara fotos y vídeos a ellos y a sus vehículos, destrozaran su hogar y le arrancaran las cámaras de seguridad, en medio de un “operativo” en el que buscaban a una persona que nunca identificaron, en violación a sus derechos civiles.


Han pasado más de dos meses del incidente que le marcó la vida. Fue el 12 de mayo, en la residencia #319 de la calle Santiago en Villa Cristiana, donde vive la enfermera Carmen Miranda Márquez, de 44 años, sus dos hijos, de 19 y 22 años, y sus padres sexagenarios. Sin embargo, aún no han recibido una respuesta de la autoridades justificando su intervención indebida, en las que hubo amenazas, faltas de respeto e intento de agresión, de acuerdo con sus alegaciones.

El incidente ocurrió pasadas las 3:30 p.m. y, aunque duró unos 15 a 20 minutos, su impacto emocional fue devastador para la enfermera y sus hijos.

Según narró a Primera Hora, la querellante ese día se encontraba en el baño cuando escuchó ruidos, como si le estuviesen rompiendo el portón de la marquesina de su casa.

Salió del baño y junto con sus hijos fueron a verificar los monitores de las cámaras de seguridad que tiene instaladas en su casa, ya que en su vecindario hay robos y escalamientos frecuentes. Allí observaron patrullas de la Policía y decenas de hombres, vestidos con ropa de civil y algunos con chalecos antibalas en los alrededores.

“Yo diría más de diez a 15 patrullas y sin exagerar de 50 a 60 policías… la calle como que la cerraron. Vemos en las cámaras que están rompiendo los portones con tijeras y con una barra en hierro, lo que le dicen pata de cabra, sale mi hijo al frente y dice por la ventana: '¿Qué pasa? ¿A quién ustedes buscan?' Y lo que dicen es: 'Abran ahí'”, narró la enfermera, quien lo pensó dos veces antes de acercarse, ya que no le presentaron la orden de allanamiento que ella requería.

Cuando la mujer llegó a la planta baja, ya los agentes estaban en la marquesina luego de romperle el portón con tijeras y una barra de metal. Cuando abrió la cerradura, la empujaron y la acorralaron junto a sus hijos en las escaleras. Aunque intentaron evitar que subieran a su hogar, los agentes continuaron avanzando hasta que la llevaron hasta la sala de su casa.

“Cuando meto yo la llave, ahí ellos me empujan. Me atrabancaron en la escalera junto con mis hijos y ahí nosotros hicimos fuerza, pero yo como en cuatro, cinco o seis ocasiones, le preguntaba que a quién buscaban, que por qué en mi casa y qué era lo que pasaba, pero ellos nunca me contestaron”.

En medio de este incidente, la mujer sufrió un ataque de hipertensión, recordó angustiada.

Uno de los supuestos agentes, que nunca se identificaron ni tenían ninguna identificación visible, le propuso que negociaran, ya que estaban “buscando a alguien”, pero sin indicarle a quién comenzaron a registrar las habitaciones de la casa. Mientras esto ocurría, a ella la custodiaba una mujer policía, que describió como de pelo rubio, con recorte tipo paje y ojos grandes, quien le dijo que lo hacía “por su seguridad”.

“Tumbaron dos clósets de los cuartos, eran tantos los policías que habían y a mis dos hijos los tenían atrabancados en las escaleras. Cuando entró esa tercera mujer policía, yo no podía lidiar con los tres. En ese momento dado, yo le digo a él: '¿Tú no estás diciendo que estás buscando a alguien? ¿Por qué en una gaveta estás buscando?' (Me respondió) 'No, señora, olvídese de eso, abre el clóset y mira ahí (parte superior)' Entonces, yo le digo: 'Pero es que ahí no puede estar una persona enganchada'. Todo el tiempo, ellos lo que hicieron fue faltarme el respeto, buscar en mi hogar sin el permiso, sin identificarse”, sentenció.

De una cajita que tenía en su cuarto, también le sacaron las llaves de los cuatro autos de la casa y los registraron y los fotografiaron.

A ellos, además, les tomaron fotos y mientras uno de los agentes lo hacía, su hijo logró tomarle una con su celular, cuya copia fue entregada a Primera Hora. En la foto se le ve portando un arma niquelada que tiene un sello color rosa.

“Uno de los policías coge una silla de la parte de abajo y le tiró a mi hijo mayor del balcón, le tiró con esa silla”, agregó.

Teme por su seguridad

En medio del confuso incidente, varios policías supuestamente le lanzaron una advertencia a su hijo menor, la cual interpretó como una amenaza de muerte.

“Ése es mi gran temor. Ellos expresaron que vamos a ponerlos a brincar. El policía le dice a él (hijo menor): 'Cuando te cojamos en la calle, te vamos a poner a brincar…'. Yo entiendo que brincar no es brincar cuica, yo entiendo que brincar es matarlo y ése es el temor que yo siento. Desde ese entonces, yo no he podido ni presentarme a mi trabajo porque yo no creo en la Policía, yo veo una patrulla y yo me descontrolo, porque creo que me van a hacer algo”, se reafirmó.

Cuatro horas después del incidente, decidió abandonar el hogar y envió de viaje a sus hijos con sus abuelos que estaban de viaje en la República Dominicana.

El 17 de mayo, varias de sus amistades la orientaron para que denunciara lo sucedido y acudió a las oficinas del Negociado de Asuntos Internos de la Policía estatal.

Le asesinaron a su hermano

La querellante indicó que el 30 de mayo de 2010 fue asesinado su hermano Ramón L. Miranda Márquez, de 42 años, cuando regresaba a su hogar de las parcelas Vieques, en Loíza, tras asistir a un quinceañero.

Su asesino fue acusado, pero el presunto autor intelectual del crimen del hermano, quien era fisiculturista, no fue encausado.

El día antes del allanamiento ilegal en su casa, ese sospechoso fue asesinado en la marginal del barrio Buenaventura, en Carolina. Fue identificado por la Policía como John Eric Mercado Franco, de 23 años, vecino del sector Las Carreras, en Loíza. Fue asesinado a tiros tras salir de visitar a su oficial probatorio en el Tribunal de Carolina.

Sin embargo, ella no ha logrado establecer ningún vínculo entre esos sucesos con la redada ilegal en su casa, ya que las escuadras que llegaron a su hogar jamás le indicaron que eran policías ni le presentaron órdenes de allanamiento ni mucho menos le dijeron a quién buscaban.

“No te puedo decir que tiene relación, eso me está raro… entiendo que no. El porqué la Policía entró a mi hogar sin orden, rompiendo portones, empujando, dando sillazos, cortando cámaras y llevándoselas, no tengo explicación”, respondió Mercado.

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