lunes, 11 de julio de 2011

Ricardo Alegría descansa en su Viejo San Juan

por Bárbara J. Figueroa Rosa


“No hay parcela de la cultura puertorriqueña en la cual esté ausente su huella. Constatar en su partida física que su DNA está presente en cada molécula de la cultura de su patria nos reconforta y nos sosiega”.


Así leía la tarjeta de recordación que se les otorgó a los ciudadanos que asistieron al velorio de don Ricardo Alegría Gallardo, cuyos restos descansan desde hoy en el Viejo San Juan que tanto amó y defendió.

Cientos de puertorriqueños se unieron al último adiós a don Ricardo, el gran defensor de la cultura puertorriqueña que murió el pasado jueves, a sus 90 años, tras complicaciones de salud.

Desde tempranas horas de la mañana la multitud se acomodó en el patio del Centro de Estudios Avanzados, lugar que con mucho esfuerzo fundó y donde durante el fin de semana desfilaron muchas personas para despedirse del prócer, quien será honrado poniéndole su nombre a la institución.

Pleneros, zanqueros y cabezudos también se unieron a la despedida, que se convirtió en una hermosa fiesta de pueblo en la que se celebró la vida y obra del también historiador, arqueólogo y literato.

“¡Que viva don Ricardo!... ¡que viva la cultura!”, gritaban los presentes, mientras el féretro en madera -cubierto con la monoestrellada- era cargado por familiares y amigos y escoltado hasta la Catedral de San Juan, donde se ofreció un emotivo servicio religioso.

La homilía fue presidida por el cardenal Luis Aponte Martínez, quien explicó que, aunque está retirado, sentía el compromiso de despedirse personalmente de quien fuera “mi compañero de camino, don Ricardo Alegría”.

“Quise venir a agradecer en persona a don Ricardo por lo que hizo por nuestra Arquidiócesis y nuestra cultura”, dijo Aponte Martínez, en alusión a las labores de restauración que se hicieron en la Catedral gracias a la gesta incansable de don Ricardo.


Posteriormente, se vivió un momento intenso cuando el niño violinista Alejandro Manuel entonó “En mi Viejo San Juan”.

“Adiós, adiós, adiós Borinquen querida. Tierra de mi amor. Adiós, adiós, adiós. Mi diosa del mar, mi reina del palmar”, cantaban a coro los presentes, entre ellos la viuda de don Ricardo, Carmen “Mela” Pons, cuyo dolor era evidente en su rostro y en las lágrimas que se le escapaban por la pérdida de quien fue su compañero de vida por los pasados 63 años.

Aunque doña Mela no podía hablar, pues su sufrimiento no se lo permitía, su nieta Patricia y su nuera, Reina Tejeda, sí lo hicieron.

“Mi abuelo fue la primera persona en ponernos a mi hermano y a mí un bulto en la mano”, recordó la adolescente, al agregar que lo más difícil tras la pérdida de su abuelo consentido “será no verlo sentado en su butaca”.

La joven dijo que todos temían el “momento que desgraciadamente llegó”, pero que la reconforta saber que estará pendiente en cumplir el último deseo y petición que le hizo su abuelo: “cuidar de abuela y a la perra, y así será”.

Por su parte, Tejeda exhortó a los presentes a continuar la obra de su suegro.

Más adelante, cuando la comitiva fúnebre se trasladaba al cementerio Santa María Magdalena de Pazzis, ubicado cerca de El Morro, hubo una parada en la plaza San José donde la banda del Instituto de Cultura Puertorriqueña, acompañada por los intérpretes Andy Montañez y Victoria Sanabria, entonaron “Preciosa”. Nuevamente, las emociones afloraron entre el público, donde sobraron los aplausos, pero también las lágrimas.

Finalmente, al llegar al camposanto hubo varios mensajes de duelo, entre ellos por parte de la ex gobernadora Sila María Calderón y del promotor artesanal Walter Murray Chiesa. Éste último recordó que “el artesano no pertenecía ni a la fuerza laboral y tampoco era artista” y que fue precisamente don Ricardo quien se encargó de cambiar ese pensar.

Por último, el único hijo sobreviviente de don Ricardo, el licenciado Ricardo Alegría Pons, también ofreció unas palabras durante el duelo.

“Todas esas glorias que hoy celebramos de mi padre, no se puede olvidar que, en su momento, tuvieron mucha oposición y que él tuvo que echar montaña arriba la gran piedra de la cultura”, expresó, antes de marcharse junto a su familia a dar cristiana sepultura a su padre en una ceremonia que se llevaría a cabo en privado.

Y allí, en su Viejo San Juan, en su pedacito de patria y frente al mar quedaron los restos y el vivo legado de don Ricardo. ¡Descanse en paz!

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