lunes, 6 de junio de 2011

Médicos boricuas dibujan sonrisas en Haití

Médicos boricuas dibujan sonrisas en Haití
Los dentistas, quienes fueron en febrero, esta vez atendieron menores y trabajaron por tres días en turnos de 12 horas y periodos de descanso de 20 minutos. Las doctoras Marlene Ramos y Neyza Garay atienden a un niño.
(Enviado especial / Pipo Reyes)
lunes, 6 de junio de 2011
Leysa Caro González / Enviada especial

Apenas el sol comenzaba a dejar ver sus primeros rayos de luz y ya estaban en pie.

Eran las 4:30 de la mañana y el momento de despertarse. El cansancio no importaba; el sueño, mucho menos. Más de 25 personas esperaban por ellos afuera, bajo la lluvia, soportando el frío inclemente y tras un largo caminar entre el barro y el agua sucia.

¿En busca de qué iban? De que les regalaran una nueva sonrisa.

Una visita al dentista resulta algo rutinario y hasta tedioso para muchos de nosotros, pero para los residentes de la comunidad Blanchard, en Haití, es la oportunidad de su vida. Posiblemente, fue y será su única visita al dentista, así que todo sacrificio por una oportunidad como ésta se traduce en algo insignificante.

Fue cuestión de minutos para que los dentistas puertorriqueños Neyza, Yaira, Pedro, José, Marlene, Lilliam, Elsa y Josean se levantaran, se colocaran su uniforme médico, bajaran las escaleras, se tomaran un sorbo de café y empezaran a trabajar.

A las 7:00 de la mañana ya era momento de colocar en orden los instrumentos para empezar a trabajar. El área de recibimiento de la casa-hospital de la organización sin fines de lucro Iniciativa Comunitaria se ha convertido en una sala dental.

Un letrero que dice “de vuelta a casa” y un mural con las banderas de Puerto Rico y Hatí evidencian el amor que ambos pueblos se han dado en este momento de dolor.

El pasillo se convirtió en una sala para esterilizar los cientos de instrumentos dentales. Un grupo de ocho incansables estudiantes de educación en salud del Recinto de Ciencias Médicas se convirtieron en sus ayudantes.

Pasan los primeros 20 haitianos. En un post-it pegado en su camisa estaba el diagnóstico, que abarcaba desde el arreglo de caries, extracciones, infecciones hasta algo más sencillo como una limpieza bucal.

Pedro Rodríguez, portavoz del grupo que viajó auspiciado por el seguro de salud MCS, está seguro de que Haití los escogió a ellos para esta labor, por eso el compromiso es ir cada tres meses a realizar clínicas dentales. Se trataba del segundo viaje. Su primera misión fue en febrero y ahora la meta fue atender a los niños. “Nada pasa por casualidad... somos nosotros los que hemos crecido a través de estas experiencias”, relató durante uno de los pocos momentos de descanso.

La jornada fue de 12 horas, de 7:00 de la mañana a 7:00 de la noche. Se trabajó en el suelo, en sillas plásticas, con generador eléctrico y con momentos de descanso de apenas 20 minutos. Pero, nada, nada venció su temple, su meta de completar la obra.

“Tú sales de aquí y tú ves a la gente con todos esos baches de agua caminando descalzos...y tú te vas a quejar...trabajamos lo que sea. Si son 12 horas, si son 20 horas hay que hacerlo, porque es la única oportunidad que tienen. Mañana (ayer) nosotros estamos en el aire acondicionado, descansando con dos antiinflamatorios y en cama, pero ellos no...”, indicó Rodríguez, quien aclaró que no buscan reconocimiento por su trabajo.

Hubo gritos y llanto, en especial entre los pequeños, pero quedó evidenciado otra vez el estoicismo que la comunidad haitiana ha demostrado desde hace un año y medio, cuando fue jamaqueada por un terremoto que aún mantiene gran parte de su pueblo destruido.

Davidson Joseph estuvo durante los tres días que duró la misión dental. Cada día fue de los primeros en llegar. Nunca había ido a un dentista, pero a los 13 años ya está preocupado por lucir una linda sonrisa. “Vino todos los días... yo hacía años que no veía una boca a un chamaquito de 13 años tan esbaratá y el tipo ni se queja, porque él está bien agradecido”, comentó Rodríguez.

“Muy agradecido”, se limitó a decir el tímido adolescente tras ser atendido.

Entre jueves, viernes y sábado, atendieron a sobre 360 personas, entre ellas los menores de dos orfanatos.

Sin duda, fueron 72 horas de labor incansable, de dibujar sonrisas imborrables. Fueron 72 horas para agradecer lo bueno y lo malo, para aprender que no hay batalla que no se pueda ganar, para absorber ese espíritu esperanzador de un pueblo que tiene fe en que pronto saldrá el sol.

Cómo lo hicieron, humanamente no sé. Pero, como dijo el piloto de American Eagle durante el viaje de regreso a la Isla, el puertorriqueño Danny Sánchez, cada uno de los médicos y todo aquel que le ha extendido su mano al vecino pueblo de Haití “tienen su pedacito de cielo gano. Que Dios los bendiga”.

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