martes, 28 de junio de 2011

Doña Trina, toda amor y humanidad

por Rosita Marrero

Hay que vivir sembrando, siempre sembrando.

La muerte de Doña Trina Rivera de Ríos provocó la reflexión de muchos sobre la vida, la gesta de una maestra, trabajadora social, fervorosa defensora de los derechos civiles y humanos, paladina de la justicia de los confinados y marginados, madre, amiga y patriota.

“Mami siempre tenía una historia. Me hablaba cuando era maestra rural y subía a caballo para llegar a la escuela. Contaba cómo se subía la falda para cruzar el río”, recordó su hijo adoptivo, Benjamín Van Dervys, en la capilla de la Funeraria Buxeda, donde se exponen los restos de Doña Trina.

“ Hasta el otro día, en su lecho de enferma, recitaba poesías, y me declamaba el poema Sembrando, escrito en 1800. Eran 20 estrofas que las decía completitas”, relató.

Por eso cuando al mundo, triste, contemplo, yo me afano y me impongo ruda tarea, y sé que vale mucho mi pobre ejemplo, aunque pobre y humilde parezca y sea.


¡Hay que luchar por todos los que no luchan!, ¡Hay que pedir por todos los que no imploran!, ¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan! ¡Hay que llorar por todos los que no lloran!

La estrofa de ese poema de Marcos Rafael Blanco Belmonte parece haber sido escrita pensando en Doña Trina.

Ayer, en su ataúd, cubierto por la enseña que tanto amó, Doña Trina lucía digna y serena. Vestía sus mejores galas. Lucía collar y pantallas, como siempre llevaba.

Solía decir que “en la vejez también había que lucir digna”, comentó su hija, la abogada Carmen Ríos, conocida por “Cuca”.

“Mami sueña, no hay imposibles…”, así dice una estatuilla del Quijote de la Mancha y Sancho Panza, colocada en una mesa cercana al ataúd, regalo de su hija.

Al momento de este reportaje, su otro hijo, Miguel Ríos, no había arribado a la funeraria.

“Mami le enseñó a sus hijos a soñar. Yo tenía siete años y quería ser artista. Así que quise ir al programa de Quiñones Vidal, Tribuna del arte, a cantar Granada. Fui vestida de sevillana y con una peineta en mi cabello. Cuando llegué, Quiñones Vidal no me dejó cantar ni los primeros acordes y me dio la pesetita voladora”, relató Ríos, quien tiempo después escuchó cantar la canción a Plácido Domingo y le increpó a su mamá: “Oye, mami, esa canción era fuerte. Por qué me dejaste cantarla”. La respuesta de Doña Trina fue: “porque uno tiene derecho a soñar”.

Conmovió a su hija Cuca la llegada a la funeraria de “los tres empleados de la basura”, a quienes su madre siempre ofrecía un refrigerio.

“Doña Trina es una de las máximas exponentes, varón o hembra, del siglo XX en Puerto Rico. Si hubiese tenido exposición internacional, no tengo dudas que habría sido una de esas figuras mundiales que dejan su huella”, comentó el ex secretario de Corrección, Víctor Rivera González.

El abogado Carmelo Pestaña, amigo de la familia, describió a Doña Trina como una mujer de extraordinaria inteligencia que se adelantó a su época y fue pionera en el campo de trabajo social y en la reivindicación de los derechos de los marginados.

Mientras, el licenciado Antonio Arraiza expresó: “Dedicó su vida y su tiempo a la patria y al amor por aquellos que necesitaban una defensa, un consuelo y una voz que le diera el apoyo moral ante las circunstancias de nuestro país”.

Como dijo el poeta: “[...] hay que imitar al viento, que siembra flores, lo mismo en la montaña que en la llanura, y hay que vivir la vida sembrando amores, con la vista y el alma siempre en la altura”.

Hoy a las 11:00 de la mañana se celebrará una misa en Buxeda. A las 12:00, la comitiva fúnebre partirá hacia el cementerio municipal de vega Baja, donde se le dará cristiana sepultura.

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