martes, 29 de marzo de 2011

Habla otra víctima de ex director de Albergue de Testigos

Habla otra víctima de ex director de Albergue de Testigos
martes, 29 de marzo de 2011
Farasch L. Reyloz / Primera Hora

“Qué bonitos labios tienes. Quiero tener relaciones sexuales contigo. Me han dicho que tú puedes con dos hombres. Puedes venir a verme a esta oficina cuando tú quieras después de las 5:00 de la tarde, no se lo tienes que decir a tu novio”. Todo esto tuvo que oírlo una testigo del Estado en octubre del 2009 de parte de Edwin Carrión, el entonces director del Albergue de Víctimas y Testigos adscrito al Negociado de Investigaciones Especiales (NIE).



La madre de tres niños contó en exclusiva a Primera Hora el calvario que pasó durante casi más de un año en el Albergue, lugar donde el Estado debía protegerla por tener información sobre un caso de Ley de Armas. Pero los acusados contra los que declararía en corte no eran su mayor preocupación, sino Carrión, que tras haberle hecho avances sexuales y toparse con un rotundo “no”, se encargaría de “hacerle la vida imposible” a partir de que cruzó la puerta de la oficina en la que ocurrió el hostigamiento sexual.

Los primeros síntomas de que ese horrible episodio de hostigamiento había afectado emocionalmente a la testigo fueron el aislamiento y el llanto. “Ella se encerró en el apartamento, lloraba y lloraba y ni si quiera quería comer”, contó con visible frustración su esposo, quien para entonces aún no se había casado con ella y era testigo de otro caso. Tras hacer “de todo” para “montársela a los guardias” y lograr el acceso a donde se encontraba su compañera encerrada, entró al apartamento y la encontró “en el baño, sentada en el piso, llorando”.

En ese momento, ella no le dijo la razón de su estado porque temía por cuál sería la reacción de su compañero cuando le dijera que Carrión la había “humillado” a tal punto que se “sentía sucia, asquerosa y que no valía nada”.

Represalias por decir “no”

Tras contarle a su compañero todo lo ocurrido, ella recurrió a la psicóloga que presta servicios a los participantes del Albergue, quien, según su esposo, “se olvidó de la confidencialidad y corrió la voz entre la población”.

Desde que le dijo “no” a Carrión, su estadía se volvió un infierno.

“Carrión escribió en la pizarra del retén que no la autorizaba a salir ni a citas médicas”, también escribió un mensaje similar en el registro de llamadas, donde prohibía que los agentes le permitieran llamar al fiscal de su caso, familiares, sus hijos y a su abogado. También le puso trabas para recibir la visita de sus hijos que “antes de eso se quedaban con ella los fines de semana sin problemas”. Además, cuando recibía visitas, era objeto de un registro riguroso por parte de “agentes que estaban en buenas con Carrión”, en el que tenía que quitarse “toda la ropa” para que le autorizaran atender la visita, mientras “antes del hostigamiento no era así ni se lo hacían a los otros testigos”.

Las visitas de sus hijos quedaron limitadas y, a partir del hostigamiento, estaba obligada a poner por escrito en letra de molde que “me hacía responsable de la seguridad de ellos allí adentro”, lo que era un nuevo requisito exclusivamente para ella.

Mano derecha de Somoza lo sabía todo

Un día después de la publicación de una nota de prensa que denunciaba el estado del Albergue, el ayudante especial del Secretario, Albert Grajales, fue allí por instrucciones del titular de la agencia, Guillermo Somoza, a tomar datos y quejas de los participantes. Fue entonces cuando Lillian Rivera, para entonces ayudante de Carrión, que no se encontraba en la Isla en ese momento, les pidió que confiaran en Grajales y le entregaran todos los documentos que guardaban, incluido el diario de la testigo, en donde no sólo relataba con detalles el incidente de hostigamiento sexual, sino también las represalias que había recibido “por no acceder a eso”.

“A Grajales se le entregó todo en un sobre color amarillo sellado”, pero nunca pasó nada con esa información. No se inició ninguna investigación contra Carrión, ni se le reubicó a la testigo fuera del Albergue.

Desaparece la evidencia

“Lillian confió en él y nosotros confiamos en ella y le entregamos toda la evidencia, en la que había incluso documentos firmados por Carrión”, dijo el esposo de la testigo. Sin embargo, nunca volvieron a saber de esos documentos. Aunque llegaron a denunciar el incidente con oficiales de la Policía que estaban destacados en el Albergue, “ellos no pudieron hacer nada” para ayudarlos porque “Carrión tenía el control absoluto”.

A pesar de que muchas agentes la consolaron y hasta le dijeron “que estaban disponibles para declarar en cualquier momento”, eso no pasó porque la evidencia “desapareció”. “Eso iba directo al Secretario, él pidió que buscaran el sentir de los testigos, pues tienen que haberle dado esos documentos”. Pero lo cierto es que nunca supieron si “desaparecieron” en manos del Secretario o de su ayudante especial y “mensajero” en esa ocasión.

Fiscal Mujica y agentes del NIE fueron notificados

El fiscal de la División de Crimen Organizado, Francisco Mujica, muerto en el accidente fatal del helicóptero de la Guardia Nacional mientras supuestamente participaba de un operativo organizado por el NIE, sí recibió a la testigo en conjunto con la agente Myrna Evelyn. La mujer hostigada describió frente a la agente todo el incidente.

Mujica le preguntó a la testigo si estaba “dispuesta a decir todo eso en un careo con Carrión” y ella contestó “que sí, que lo que le decía lo podía decir frente a cualquiera porque era la verdad”. A pesar de que Mujica fue el único funcionario que mostró interés en iniciar una investigación, todo “quedó en nada” y nunca se dio el careo.

Pero, al leer las historias que ha estado publicando Primera Hora, en las que incluso se hacía referencia a su caso, ella y su esposo decidieron “denunciar esto de una vez para que todos supieran quién era ese tipo”, que hasta el día de hoy goza de la confianza de Somoza.

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