martes, 15 de febrero de 2011

Una realidad diabólica

15 de febrero de 2011
Una realidad diabólica
Rafy Rivera,
EL VOCERO
Más allá de lo que muchos piensan, y en pleno Siglo XXI la presencia del Diablo es una palpable y que anualmente se confirma entre todos los sectores del país.


El Diablo está entre nosotros, tan cerca, que al presente existe en Puerto Rico un listado oficial de 100 personas en espera de un exorcismo.


En pleno Siglo XXI, no importa el lugar, el Diablo puede hacer acto de presencia física desde una escuela, un centro de trabajo o en pleno seno familiar.


El problema es tan real y palpable, que la propia Arquidiócesis de San Juan mantiene activado todo el año su equipo de Liberación y Sanación. Su misión principal es la de expulsar de las personas al propio Diablo, el cual los posee y en ocasiones también se apodera de lugares y zonas ambientales.


El padre Ricardo Hernández, párroco de la Iglesia San José de Villa Caparra en Guaynabo, es exorcista, y el responsable mayor en Puerto Rico de enfrentar a Satanás, aplacarlo y echarlo fuera del lugar poseído.


La experiencia de Hernández lo ha llevado a sentir en carne propia por los pasados cinco años la presencia del mal. Los recuerdos de lo que vio y sintió nunca se borrarán.


“Al principio fue de los momentos más espantosos. Yo me sentía que iba a morir. No tanto el primer exorcismo, sino la primera vez que me tocó encontrarme con un poseso. Fue un susto, fue un ataque físico donde la persona que me estaba atacando no tenía recuerdo ni conciencia de lo que estaba sucediendo eso. En ese momento fue que surgió ya el permiso que me concedió Monseñor Roberto González para tratar esos casos”, dijo Hernández.





De ahí en adelante, el sacerdote se convenció de la urgencia que hay de orientar y atender cualquier caso que rompa las reglas establecidas, con la ciencia y el conocimiento actual.


El Diablo se adentra en el físico de niños, jóvenes y viejos, no reconoce sexo cuano entra al acecho.


A pesar de que en el exorcismo se ve al sacerdote como figura principal, detrás de todo ese poder hay un equipo que brinda apoyo durante todo el proceso.


“Es bien importante tener una apreciación de que todo sacerdote es exorcista. Ahora, para realizar lo que se llama el rito del exorcismo mayor que es el exorcismo solemne hace falta un permiso expreso del Obispo. El sacerdote trabaja con un equipo. Esto no es una encomienda que se hace individualmente porque es un trabajo de la Iglesia. El Obispo es el primer encargado de las almas y en esto el monseñor Roberto González está en vanguardia porque en Puerto Rico somos la única diócesis que tiene un equipo consagrado y dedicado a la atención de casos necesitados de liberación”, indicó Hernández.


Cómo se identifica a un poseso y cómo se evalúa un caso hasta llegar al exorcismo es algo que Hernández expresó detalladamente, al punto de confirmar que suelen suceder manifestaciones extraordinarias – cambios de voz y color en los ojos – en cuánto a conducta y físico del ‘endemoniado’, que la misma ciencia no puede explicar.


“Hay manifestaciones de esa índole, pero suelen ser sumamente esporádicas, muy escasas. Que son en los casos peores. Lo descartan tal vez como algo sicológico al comienzo, pero sienten entonces como una molestia, como una cierta carga o en la misma mirada, que no se le puede ver en los ojos con claridad. Una pupila como un ojo negro vacío, a veces como un frío que llega de momento o como si fuese un escalofrío. Hay signos que el Señor permite que se manifiesten para dar a entender que esta persona, además del coctel de pastillas que está tomando está afectada por una fuerza que los medicamentos siquiátricos no le van a quitar”, señaló Hernández.


Los síntomas del poseso


Una persona a la cual se le haya achacado arrastrar una eterna mala suerte o que no de ‘buena vibra’ de tan sólo mirarlo, bien podría estar en lucha directa con Satanás. Los tratamientos médicos parecen no hacerle efecto, su mera presencia inyecta miedo. Su físico es uno que molesta de verlo y su mirada es pérdida, pero penetrante. En el peor de los casos, el ambiente que lo rodea se torna frío y humedo.


“Nos toca a nosotros, los que hemos sido nombrados por el Obispo trabajar aquellos casos específicos que primero se estudian y se diciernen para determinar que sin ser por causa de desórdenes de índole sicológico o por causas de índole emocional o por alguna otra perturbación que humanamente se pueda explicar, que hay una fuerza misteriosa más fuerte que la persona misma, que le quita su libertad. Y la persona obtiene ayuda en el recurso que la Iglesia le brinda de una oración. No sólo hacemos el exorcismo, de echo no son la mayoría de los casos que se hacen. Casos necesitados del exorcismo del rito solemne mayor grande hasta ahora son menos de 10 al año”, dijo Hernández.


Este reconoce, que cuando todas las pruebas humanas han sido superadas, es el momento ineludible de entrar a luchar contra Satanás.
“En los casos donde ha habido un gran deterioro y las personas han sido víctimas de gran violencia, ya sea emocional, física, sobretodo en casos de niños y personas que tienen una heridas muy profundas, las reacciones naturales de furia, de ira , de desesperación se ven exacerbadas y hacen entonces que las personas muchas veces reaccionen con violencia. Cuando esas reacciones son con una fuerza sobrehumana y también con un despliegue que no es propio de una persona en esa condición y estado. Por ejemplo, un niño o una niña que grita con voz de hombre o mujer madura, esos casos se dan pero son muy excepcionales. Lo que usualmente se da en un exorcismo son lágrimas, son desahogos, son experiencias de descarga”.


Un Dios vivo y un Diablo activo


Incluso dentro de la misma Iglesia Católica se dan líneas de pensamiento que ponen en duda la existencia real del Diablo, y la tratan de explicar como algo poco creíble o sin fuerza capaz. El sacerdote Hernández además de reconocer la forma espiritual, se reafirma que en las acciones del mal son unas reales y que vemos a diario.


“Estamos hablando de fuerzas reales. Ahí es donde viene la soberbia, la ira, la envidia, todos estos crímenes pasionales, esta modalidad hoy de asesinato suicidio. Hay unas dinámicas de muerte de violencia, que empiezan a dominar a las personas y cuando uno viene a ver cual es el denominador común, es que Dios no ha estado en la vida de esas personas”, dijo Hernández.


“El maligno existe verdaderamente, eso es parte de la fé de la Iglesia. Lo confiesan los hermanos en todas las confesiones cristianas. El Papa Paulo VI, el 15 de noviembre de 1972 promulgó un documento titulado ‘Líbranos del mal’, donde claramente establece la enseñanza de la Iglesia sobre el influjo del mal y las posibilidades que tiene el mal, que es un ser personal de actuar sobre las personas que no están protegidos y no han encontrado refugio en Jesucristo, en la sangre del Señor”, dijo.

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