lunes, 14 de febrero de 2011

Una población en riesgo

14 Febrero 2011

Una población en riesgo
Cerca de 17,000 niños en la Isla no tienen a su padre o a su madre en casa, sino tras las rejas. Mira la fotogalería

Mira la fotogaleríaVídeo reportaje: Padres en la cárcelPor Ricardo Cortés Chico / rcortes@elnuevodia.com

Para Antonio Ortiz López, no es fácil explicarle a su hijo por qué está preso. Un error de juicio, inmadurez... En realidad no hay una razón que explique por qué hace casi doce años cometió aquel asesinato que lo llevó tras las rejas.

Él mismo admite el problema: sus actos no han sido los mejores ejemplos para su hijo, de 12 años. Y eso le preocupa. Pero es muy poco lo que puede remediar con los cortos periodos de visita en los que puede ver al menor.

“Entiendo que el modelaje influye pero tengo que darle buenos consejos. He madurado mucho con el transcurso de los años. Estar en la calle no deja nada. Eso deja solo la muerte o estar preso. Sé que es difícil pero él puede seguir sus propios pasos... Él es preguntón. La presencia del padre le hace falta”, dijo el preso.

La situación de Ortiz Reyes es similar a la del 60% de la población correccional, que el año pasado alcanzaba los 11,500 presos, incluyendo hombres y mujeres. Actualmente, los estimados del Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) apuntan a que los presos en el sistema carcelario, entre todos, tienen 17,000 hijos, la mayoría de los cuales no recibe ningún tipo de servicio para entender, manejar o superar las dificultades que implican tener un familiar tras las rejas.

Según la Administración Federal para Familias y Niños, los hijos de los presos usualmente, además de lidiar con la separación de su padre o su madre, en muchas ocasiones son rechazados por el error que cometió su progenitor. Además, en la mayoría de los casos, estos menores viven en ambientes “inestables o caóticos”.

“Es una población en riesgo”, expresó el secretario del DCR, Carlos Molina. Y lo peor es que por décadas casi había sido olvidada por las autoridades, que apenas desarrollaron iniciativas para atender las necesidades de desarrollo de estos menores. Ni tan siquiera hay estadísticas sobre estos menores, expresó Molina, quien alegó estar desarrollando un perfil de esta población.

Lo que se sabe de este sector en la actualidad se reduce, en gran medida, a la cantidad de menores con su familiar confinado.

No obstante, estudios de la década de 1990 ayudan a contextualizar el tema. De acuerdo con la doctora en trabajo social, Isabel Feliciano Giboyeaux, en 1996 siete de cada diez menores en las instituciones carcelarias juveniles tenían preso a su padre o a su madre. Esa cifra no debe ser muy distinta en la actualidad, opinó la profesora. Esto no implica que el hijo de un preso tendrá el mismo desenlace que su progenitor, explicó el profesor de sociología, José Raúl Cepeda.

Sólo demuestra que si se repiten los mismos factores que enfrentó su padre en su desarrollo, el niño podría, con relativa facilidad, asumir conductas delictivas.

Según la secretaria del Departamento de la Familia (DF) Yanitsia Irizarry, muchos de estos menores viven en familias de escasos recursos económicos, situación que se complica con el encarcelamiento del familiar, ya que una vez preso, no puede ayudar en el sustento.

“Lo económico es difícil. No puedo darles nada aquí adentro”, dijo José Santiago, quien cumple una pena por robo y tiene un hijo de cuatro años.

Importante el modelaje

Además, la ausencia del progenitor priva a los menores del modelaje paternal que necesitan. Según la secretaria de la Familia, alrededor del 60% de los confinados en instituciones juveniles se criaron sin la figura de su padre.

“Eso nos dice lo importante de la composición familiar. Los confinados que se criaron con su papá y mamá, no llega a un 10%”, dijo la secretaria.

Para Cepeda, sin embargo, la presencia o ausencia de un padre no es un elemento que lleve necesariamente a una conducta antisocial. Señaló que “más importante que la composición familiar es la funcionalidad o disfuncionalidad de ese núcleo familiar... Peor es un entorno de desempleo, de baja escolaridad y autoestima, necesidades educativas inatendidas, que la mera uniparentalidad”.

“Si se le dice al niño que va a terminar como el padre, ya le están metiendo eso en la cabeza. Están empujándolo a eso bajándole la autoestima. Los niños en cierto modo siguen las expectativas que se le trazan”, dijo.

La comunidad en la que se desarrolle el menor también influye significativamente, dijo Cepeda. Precisó que en ocasiones la subcultura que se desarrolla en el narcotráfico, se aprecia “casi como un rito de iniciación” estar confinado. Indirectamente, este aprecio por la reclusión puede inducir a los más jóvenes a ver la delincuencia como algo aceptable, e inclusive algo a qué aspirar.

Algunos presos, como Jesús Torres Suárez, de 49 años, está consciente de esto.

“Me preocupa. No quiero que pasen por lo que estoy pasando, haciendo las cosas que hice”, dijo Torres Suárez, quien tiene unas gemelas de 10 años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario