domingo, 17 de octubre de 2010

Me encanta estar preñá

17 Octubre 2010

Me encanta estar preñá
Una boricua narra cómo alquiló su vientre para tener los hijos de una pareja que conoció a través de una compañía



Lili Marie Sardiñas involucró a su familia cuando fue madre subrogada y asegura que fortaleció el vínculo con sus hijos. (EL NUEVO DíA / ÁNGEL LUIS GARCíA)Por Mildred Rivera Marrero / mrivera1@elnuevodia.com

A sus 31 años y luego de tener tres hijos propios, la sicóloga Lili Marie Sardiñas Burgos aceptó cargar en su vientre el hijo de una pareja europea que no podía concebir.

Aunque para realizar esa labor entró en contacto con una compañía californiana, firmó un contrato y recibió un pago de $23,000 por ello, lo cierto es que desde mucho antes había sentido el deseo de ayudar a otras mujeres que no podían tener hijos.

Para explicar la génesis de su interés, la sicóloga afirma, con emoción y una gran sonrisa, que siempre le ha gustado estar preñada y que Dios le dio el don de tener “un buen cuerpo para gestar”.

“Mis embarazos son superfáciles. Yo juego tenis, nado, hago y deshago. Yo me pongo mejor, más saludable. Para mí es una experiencia brutal. Y yo veía a todas estas mujeres que les daba tanto trabajo y yo decía: 'Dios mío, pero si a mí me encanta estar preñá”, destaca Sardiñas, quien recientemente hizo su tesis doctoral “Alquiler de vientres: un estudio en mujeres puertorriqueñas.

Esa comodidad que sentía de estar embarazada chocaba con la angustia de otras que no podían procrearse, particularmente la de una pareja de amigos suyos. Cuando descubrió la práctica de la subrogacía decidió ofrecerla a su pareja amiga. “Les dije: 'mira, vamos a hacer esto. Yo estoy dispuesta'”, recordó y afirmó que en ese momento lo ofreció sin esperar compensación económica, al igual que lo han hecho otras puertorriqueñas. Sin embargo, sus amigos no estaban listos para esa experiencia.

Posteriormente, su entonces esposo entró a la Marina de Estados Unidos, fueron a residir a California y decidió buscar un empleo que le permitiera recibir ingresos, pero que fuera lo suficientemente flexible como para poder cuidar a sus tres hijos.

Leyó el anuncio de una compañía que reclutaba futuras madres subrogadas y, al contestarlo se unió a las miles de esposas de militares que acuerdan ser madres subrogadas. Este grupo conforma cerca del 19% de las mujeres que alquilan sus vientres en Estados Unidos, según una encuesta informal de la página surromomsonline.com. Una de las razones por la cual se les ofrece la subrogacía con mayor frecuencia a estas mujeres es que el acuerdo puede ser más barato porque su seguro médico les cubre los gastos de maternidad. Otros seguros las excluyen tan pronto se enteran de que el bebé que cargan no es suyo.

Sardiñas estuvo casi un año entrevistándose con parejas hasta escoger una con la que se sintiera cómoda. En el proceso, tuvo que expresar si tenía preferencias por parejas homosexuales, de personas negras o personas mayores, entre otras variantes. Después de hablar con muchas, escogió la que nunca habría podido tener una sola oportunidad de procrear.

“Ella no tenía útero porque se lo sacaron a los 18 años por un tumor, y eso me tocó el corazón”, sostiene.

Ella, su entonces esposo y la pareja firmaron un tipo de contrato en el que se establece hasta el más mínimo detalle, incluyendo si los futuros padres tendrán contacto constante con la madre subrogada, si le pedirán que viva con ellos o si no la verán hasta el parto. En su caso, la pareja residía en Europa, así que se mantendrían comunicados por internet.

En el contrato se estableció el pago por el alquiler del vientre, además de otras partidas con las que se cubrían gastos de ropa, medicamentos, transportación y otros.

Sardiñas pasó por una batería de exámenes y el tratamiento hormonal para que su cuerpo “creyera” que había un embarazo antes de que le implantaran el óvulo fecundado, y ya convertido en cigoto, de la otra pareja para aumentar las posibilidades de que su cuerpo lo retuviera.

La primera vez, no se dio el embarazo. Pero un segundo intento fue exitoso y, para sorpresa de todos, los dos cigotos que le implantaron se desarrollaron y en el 2004 dio a luz a una niña y un niño. Los padres biológicos estuvieron en el parto, se quedaron en el hospital y, días más tarde, la visitaron para compartir en el cumpleaños de uno de sus hijos.

Desde entonces, Sardiñas mantiene correspondencia con la familia y, aunque la pareja quisiera decirles la verdad a los niños, no quieren arriesgarse porque la práctica está prohibida en su país. La sicóloga contó que, durante el proceso de gestación, la pareja tuvo que fingir que la mujer estaba embarazada, limitar al mínimo las salidas, hacer las llamadas a Estados Unidos desde teléfonos públicos, decir que tuvieron los hijos en un viaje de vacaciones y, al regresar, renunciar al trabajo y mudarse de pueblo.

“Eso es lo que me da pena, y me da miedo de lo que pueda pasar aquí (con la ley que pretende prohibir éste y otros métodos de reproducción asistida). Pasaría lo mismo que pasaron ellos. Yo vi lo que pasaron y no se lo deseo a nadie. Actuaban como criminales por el miedo”, manifiesta Sardiñas.

No lo deben prohibir

La profesional de la salud mental se opone al proyecto de ley 1568 del Senado, que prohibiría el uso de gametos de personas difuntas, el uso de gametos, cigotos, embriones o material genético de procedencia desconocida y el alquiler de vientres. Sardiñas dice que lo primero que hay que reconocer es que la infertilidad es una enfermedad y que, al igual que para otros trastornos, hay que ofrecer ayuda.

Dice que sí podrían establecer parámetros para asegurar que la práctica continúe haciéndose tan responsablemente como se hace ahora en la Isla.

“Creo que es importante regularlo, de cierto modo. Ahora, no se debe criminalizar. Al contrario, debe ser regulado para facilitarlo, para proveer, no para limitarlo”, manifiesta.

Sardiñas rebate algunos de los argumentos en contra del alquiler de vientres. “No es una explotación. Tú estás dando un servicio. No estás vendiendo el niño”, porque el bebé es hijo biológico de los padres que padecen la infertilidad y la madre subrogada sólo lo carga.

Aunque hay estudios que indican que el principal motivo de las madres subrogadas es el altruismo, Sardiñas afirma que el hecho de que medie dinero permite que la mujer esté bien consciente de que la criatura no es suya y no haya problemas futuros.

Cuando se le pregunta si lo volvería a hacer, Sardiñas dice que sólo lo pensaría si se lo pide la misma pareja europea.

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