domingo, 24 de octubre de 2010

Los muchos asesinos de una niña

24 Octubre 2010

Los muchos asesinos de una niña
La crónica incapacidad de Familia la hace cómplice de muchas muertes de niños



La incapacidad del Departamento de la Familia contribuyó a la fatídica muerte de la bebé de Paola Rodríguez Acosta. (archivo)Por Benjamín Torres Gotay / btorres@elnuevodia.com

Puede que para muchos sea injusto responsabilizar a alguien por la muerte de una persona a la que otra apretó por el cuello hasta exprimirle la vida. La responsabilidad, generalmente, es de quien, aunque sea por un instante fugaz como un relámpago, se siente investido con la grave facultad de decidir que otro no debe ya vivir.

No obstante, como veremos a continuación, hay instancias, puede que muchas, en que quien quita la vida no es el único responsable de desenlaces tan estremecedores.

Esta semana, atestiguamos en Puerto Rico un caso en que muchos no hicieron lo que tenían que hacer y esa omisión desembocó en el terrible e irreparable desenlace de una niña que, en la soledad del baño de su casa, da a luz a otra niña y, según la denuncia que pesa contra ella, la aprieta por el cuello hasta hacerla morir.

No se puede responsabilizar por la muerte de la infante a nadie que no sea quien le arrebató la vida con sus manos. Pero, como veremos a continuación, hay personas e instituciones cuyas actuaciones fueron tan negligentes que es casi como si estuviesen hablándole al oído a la asesina e invitándola a que apretara el cuello de su bebé.

Se trata del caso de la adolescente de 16 años Paola Rodríguez Acosta, a quien las autoridades acusan de haber asesinado, el pasado viernes 15 de octubre, a una niña de 30 meses de gestación justo cuando acababa de parirla.

Hace dos años, cuando Paola tenía 14, quedó embarazada. Su caso le fue llevado a la atención del Departamento de la Familia (DF) cuyo deber primordial es proteger a los niños y las niñas de quienes no saben o no los quieren amar. Pero esta agencia, en lo que tristemente es sólo una muestra más de su crónica incapacidad, hizo unas pocas preguntas, se conformó con las escuetas respuestas que le dieron y dio por terminada su intervención enseñándole a Paola a cambiar el pañal, darle biberón y sacarle los gases a su bebé.

El DF despachó el asunto, según reconoció esta semana la secretaria de la Familia, Yanitsia Irizarry, como el caso de una niña “con una conducta sexualizada de forma precoz”, no activó los protocolos que, tal vez, hubieran llegado al fondo del asunto y evitado todo lo malo que pasó después, desoyó el hecho de que contra Paola se había cometido abuso sexual y ni siquiera reportó el caso a la Policía.

Tal vez, sólo tal vez, si el DF hubiera sometido a Paola al tratamiento que merecía, una intervención multidisciplinaria que hubiera llegado al fondo del asunto, se habría enterado entonces que la jovencita estaba siendo abusada por un primo de treinta y tantos años, posiblemente con la complicidad de sus propios padres, y se habría evitado el segundo embarazo y su secuela. Suena simple y cruel, pero así es.

La secretaria Irizarry debería responder por esta negligencia mortal. Pero, claro, el País ya sabe que es poco lo que se le puede pedir, si hasta que un reportero de este periódico se lo dijo el jueves ni siquiera sabía que una niña de 14 años no está legalmente capacitada para aceptar tener relaciones sexuales y que un embarazo a esa edad es prueba irrefutable de que fue abusada.

Como puede verse, esto es una tragedia por dondequiera que se le mire.

Y es más trágico aún porque se sabe que no es la primera vez, ni tristemente, tal vez, tampoco sea la última, que el DF falla de manera tan rotunda.

El DF, como es obvio para todo el que tenga un mínimo de sensibilidad, tiene una función vital. Pero como tantas otras agencias del Gobierno, es una bestia gulemba incapaz de cumplir con su misión, lo cual ha sido agravado por el machetazo que le dieron con la Ley 7, que la dejó prácticamente sin personal clerical que dé apoyo a los trabajadores sociales que deberían estar en la calle salvando las vidas de niños y niñas, y sin abogados que defiendan el derecho de estas criaturas a vivir en paz.

Pedir que alguien haga algo tal vez sería mucho en este país del relajo en el que nada funciona. Pero, de todos modos, hay que hacerlo: alguien, por favor, haga algo con esto.

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