lunes, 12 de julio de 2010

Resignados a una vida entre escombros

12 Julio 2010

Por Gerardo E. Alvarado León / Enviado especial

PUERTO PRÍNCIPE - Hace exactamente seis meses, a las 4:53 de la tarde, una densa nube de polvo se alzó sobre esta tierra. Un poderoso sismo de magnitud 7.3 en la escala de Richter estremecía a la nación más pobre del hemisferio, cobrando la vida de más de 230,000 personas.

Hoy, los 1.2 millones de haitianos que aún duermen en las calles, porque el terremoto desplomó sus techos, se han resignado a vivir entre montañas de escombros.

La rutina inicia cuando los primeros rayos del sol se hacen sentir. Los haitianos se colocan frente a sus casetas de campaña o casuchas erigidas con troncos, toldos plásticos y sábanas. Allí, entre tablas de madera, cajas de cartón y concreto, forman improvisados mercados donde se consiguen frutas y hortalizas frescas, comida enlatada, agua potable y hasta gasolina. Ponen a la venta los mismos artículos que han recibido en ayudas desde el 12 de enero.

Hay otros que prefieren hacer sus ventas caminando entre las caóticas calles. Las mujeres, principalmente, pululan con enormes cestos sobre sus cabezas.

En las calles también sobresalen brigadas de 20 ó 30 personas, que están encargadas de juntar escombros que algún día alguien recogerá. Ataviados con camiseta y casco amarillos, se les ve pala en mano por toda esta capital. Cada obrero cobra $5.00 al día, dinero que proviene de la ayuda humanitaria internacional.

Los campamentos de refugiados se mantienen casi exactos desde el terremoto. Algunos de los más numerosos quedan frente al destruido Palacio Presidencial y cerca del aeropuerto internacional Toussaint Louverture (que opera a medias). La mayor diferencia en los campamentos es que ahora cuentan con letrinas y duchas que han instalado las organizaciones no gubernamentales (ONG).

Las horas pasan lentamente en estos lugares. El campamento de Thorland, por ejemplo, a cargo de las monjas de la congregación Hermanas Salesianas, alberga a unos 12,000 haitianos. Los niños no van a la escuela y pasan el día jugando fútbol o persiguiendo a los pavos y gallinas que andan por el predio; las mujeres se entretienen peinándose y los hombres viendo un viejo televisor.

Los esposos Elie Sony y Sainvil Antela viven en Thorland junto a sus dos hijos. De hecho, el más pequeño nació el pasado 14 de mayo en su caseta. “Antes vendía zapatos, pero el terremoto lo derrumbó todo”, dijo Elie. “Yo vendía caramelos y galletas en la calle”, agregó Antela.

La pareja no tiene planes de abandonar el campamento, pues su casa también quedó destruida. “Conseguir una residencia propia ahora es muy difícil”, sostuvo Elie.

Bradley Lapointe también vive en Thorland desde el sismo, pero para que sus días no estén llenos de ocio se levanta a la 1:30 de la madrugada a cocinar. Y es que las monjas salesianas están encargadas de darles comida a 5,000 estudiantes en 10 escuelas aledañas al campamento.

Precisamente, a este lugar llegó una delegación de boricuas del Proyecto Hermanos Puerto Rico con Haití, que busca desarrollar proyectos de autogestión en las comunidades devastadas por el terremoto a fin de que sean independientes económicamente. Liderados por Sor Magna Martínez, los puertorriqueños ofrecieron talleres y clases de jardinería, manualidades, arte y deporte.

Empeora la salud

La salud de los haitianos tampoco ha mejorado. El doctor Scott Toussaint, uno de los encargados del Centro Médico Humanitario Betances (antiguo Hospital Puerto Rico), indicó que tras el terremoto se han agravado condiciones como la malaria, tifoidea, anemia, infecciones en las vías respiratorias, parásitos, fiebre y diarrea.

Conscientes de ese panorama, otro grupo de puertorriqueños, esta vez de la organización Iniciativa Comunitaria (IC), lleva clínicas movibles por todo Haití.

Los voluntarios de IC visitaron un campamento en la localidad de Canaan II, a las afueras de Puerto Príncipe, donde ofrecieron atención médica primaria a unas 500 personas. En el campamento viven cerca de 3,000. Uno de los atendidos fue un hombre en cuya pantorrilla derecha llevaba un pedazo de varilla desde el 12 de enero.

“Este es el resultado de lesiones mal atendidas, lesiones a las que no se les dio el seguimiento adecuado. Tenemos lesiones severas en la piel y en los huesos”, señaló el doctor José Vargas Vidot, director de IC.

Pero entre los refugiados de este campamento, que fueron trasladados desde Petion Ville, impera otra preocupación: la falta de un buen techo en época de lluvia.

Kernia Joseph vive en la colina más alta del predio por temor a que le roben -nuevamente- lo poco que tiene. Según contó, la caseta en la que vivía desapareció un día que salió del campamento. Ahora se guarece bajo una sábana amarrada a varios troncos. “No me siento bien, porque cuando llueve tengo que meterme en la caseta de un vecino para poder dormir”, relató angustiada.

Falta mucho por hacer

Según Nigel Fischer, coordinador humanitario de la misión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Haití, la salida de los refugiados de las calles de Puerto Príncipe, Leogane y Petit-Goave (las ciudades más afectadas tras el sismo) demorará más de un año.

Informó que la ONU delinea estrategias para adelantar la recuperación de Haití. Los puntos sobre la mesa son acelerar la remoción de escombros de las calles o limpiar los espacios públicos, que en su gran mayoría siguen siendo enormes campamentos de refugiados.

Fischer indicó que “afortunadamente” no hay epidemias en los campamentos. Señaló que la ONU está enfocada en la construcción de refugios transitorios para trasladar a los haitianos, mientras consiguen un nuevo hogar. Otra prioridad es desarrollar las afueras de la capital.

Cuestionado sobre las ayudas humanitarias, el funcionario detalló que las ONG han recaudado $1,500 millones. Recordó que la ONU, en una reunión en marzo pasado en Nueva York, prometió otorgar $5,300 millones en los próximos dos años. De ese total, $2,600 millones son para el 2010, de los cuales ya se han recibido $700 millones y se han utilizado unos $300 millones. “Es errónea la percepción de que no se está haciendo nada, pero hay que acelerar el proceso”, dijo a El Nuevo Día.

Mientras, Julie Sell, portavoz de la delegación haitiana de la Cruz Roja Americana, informó que esa entidad tiene un plan de recuperación a largo plazo para Haití.

El plan, precisó, se extendería por tres a cinco años y tiene el propósito de asegurarles techo, alimento, agua, servicios sanitarios y de salud a las víctimas del sismo.

La Cruz Roja Americana ha recaudado más de $444 millones para la reconstrucción de Haití, de los cuales ha invertido $112 millones. La entidad estima que durante el primer año del terremoto gastará $200 millones, por lo que el sobrante se usará para el plan a largo plazo.

Una encuesta realizada entre 3,086 haitianos por la organización Communication with Disaster Affected Communities arrojó que sus necesidades más apremiantes son salud, empleo, vivienda, educación y alimentación. La encuesta se realizó del 18 de marzo al 30 de junio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario