lunes, 28 de junio de 2010

Una constante en la Isla

28 Junio 2010

Una constante en la Isla
El crimen no es un problema social reciente en Puerto Rico



De acuerdo con historiadores, las tasas de crímenes en la sociedad puertorriqueña de principios de siglo pasado eran similares a las actuales.Por Ricardo Cortés Chico / rcortes@elnuevodia.com

No todo tiempo pasado fue mejor. Al menos en lo que respecta a la incidencia criminal del País, no siempre lo fue. Y es que, mucho antes que el narcotráfico fuera un problema social, los crímenes en la Isla parecían imparables.

El periodo más cruento se extendió entre el 1920 hasta la década de 1940. Su punto pico fue en el 1942, cuando se cometieron 525 asesinatos, según el informe Delitos en Puerto Rico. Esta cifra implicó un promedio de 27.3 asesinatos por cada 100,000 habitantes en la Isla.

Se trata de una cifra que sólo es comparable con la incidencia de asesinatos ocurrida en el 1994, año de más asesinatos en la historia de Puerto Rico con 995.

El promedio de homicidios por cada 100,000 habitantes para ese año fue sólo una décima superior con 27.4.

De hecho, según el informe, elaborado por Manuel Lobato y José Rivera, de la Universidad de Puerto Rico, los asesinatos y homicidios ocurridos entre 1920 y 1945 ocurrían con la misma regularidad que hoy día, si se toman en cuenta las poblaciones en esos años.

Según el historiador Fernando Picó, en esencia, el 1942 fue el rabo de ese largo periodo de violencia “que quedó marcado por su alta criminalidad”. Ese año coincide con el momento en que entró Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, varios expertos consultados coinciden en que no hay un solo elemento que explique la violencia ocurrida en el 1942 y en el 1994, sino una serie de condiciones que, entre todas, crearon el ambiente necesario para el crimen.

Según el profesor de criminología José Raúl Cepeda, un elemento a considerar en el análisis de estos años es el cultural. “La sociedad no era tan buena antes, sino que era más o menos igual de violenta que ahora”, dijo.

No obstante, Cepeda señaló que los factores más importantes son los económicos y los problemas colaterales que estos conllevan.

En esto coincidieron Picó y el criminólogo Joel Villa.

Crimen y economía

Según la historiadora Blanca Silvestrini de Pacheco, en su libro “Violencia y criminalidad en Puerto Rico”, entre el 1915 y finales de la década del 1920 hubo un marcado aumento en la inflación, que condenó a la miseria a muchos puertorriqueños y produjo una serie de conflictos obreros, especialmente entre los trabajadores de la caña que reclamaban mejores salarios.

La tensión generada por los conflictos y la estrechez económica fue el ambiente necesario para que esto se tradujera en violencia, como la ocurrida en el 1924 cuando se duplicó la cantidad de asesinatos en comparación con el año anterior con 228 casos.

Posteriormente, en septiembre de 1928, gran parte de los cultivos en el país se fueron a pique con el paso del huracán San Felipe. El año siguiente fue la caída de los mercados internacionales con la Gran Depresión. Precisamente ya para ese año, 1929, se había superado la decena de muertes violentas por cada 100,000 habitantes en la Isla. Y el índice continuó subiendo.

“Los crímenes reflejan las alzas y las bajas de la economía. En períodos de contracción económica, la criminalidad sube”, explicó Picó.

Durante los años siguientes al 1929 comenzaron a observarse varios cambios significativos en el comportamiento criminal. Por ejemplo, cada vez se usaban con más frecuencia armas de fuego para cometer los delitos. Los machetazos, puñaladas y golpizas con tubos y palos se estaban dejando a un lado como armas.

En su libro, Silvestrini de Pacheco señaló que en el 1934 se cometieron 127 delitos con armas de fuego. Tres años más tarde esa cifra había aumentado a 204.

También en este periodo se ven con más frecuencia casos criminales por drogas, en específico, por marihuana. No obstante, el narcotráfico no comenzó a implicar un problema serio de violencia en las calles hasta el 1970, explicó Villa. De los reportes más antiguos de adicción datan del 1892 y son de morfina en el área de Juana Díaz y Ponce, explica Silvestrini de Pacheco en su libro.

Una era de transición

En lo social, en las décadas del 1930 y 1940 se registraron numerosos conflictos políticos y sindicales que pudieron acelerar la tensión social que desataba la violencia, recordó el criminólogo Gary Gutiérrez.

A esto se le suma el impacto social de la Segunda Guerra Mundial, la migración de puertorriqueños a los Estados Unidos y el inicio de la transición entre una economía agraria a una industrial, señaló Villa.

“Es más o menos lo que ocurre ahora con la crisis económica local e internacional”, dijo el profesor universitario.

Esta transición en la década del 1940, implicó en su inicio desempleo, aumentos en la densidad poblacional de las ciudades y el surgimiento de la clase media ascendente. Según el estudio Social Class and Change in Puerto Rico del 1961, la transición económica trajo en muchas personas actitudes materialistas. Este periodo también acentuó las diferencias entre las clases sociales.

Ya para finales de la década de 1940, comienza a estabilizarse la incidencia criminal. Esto coincide con un periodo de bonanza económica después de la Segunda Guerra Mundial, que se extiende hasta finales de los años 1960 o inicios década del 1970.

Cifras que siempre suben

Ya para 1970 se comienzan a conjugar una serie de factores que traen de vuelta la escalada incontrolable en la violencia. Según Villa, el retorno de los veteranos de la Guerra de Vietnam, muchos de ellos adictos a opiáceos, abrió en la Isla el espacio para el trasiego ilegal de drogas a gran escala, mercado que hoy día produce alrededor del 60% de las muertes según la Policía.

También se conjugó con la caída económica, provocada por el alza en los precios del petróleo. Desde entonces, la criminalidad ha permanecido en términos generales, con un aumento un tanto consistente, salvo por breves periodos de menos delincuencia.

El último de estos periodos benefició tanto a Puerto Rico como a Estados Unidos y coincidió con la bonanza económica que se le atribuye al presidente Bill Clinton, durante su segundo cuatrienio en la década del 1990, explicó Picó.

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