miércoles, 30 de junio de 2010

Los hijos que nadie quiere

Los hijos que nadie quiere
(Primera Hora / Teresa Canino Rivera)
miércoles, 30 de junio de 2010
Bárbara J. Figueroa Rosa / Primera Hora
¿Hijas de quién? Hijas de nadie.

Sus miradas denotan tristeza, soledad y carencia de amor, aun cuando desbordan un cariño inmenso que ansían profesar a quien por voluntad y compromiso de vida desee convertirse en el padre o la madre que el destino les arrebató.

Son hijas sin madres ni padres a quienes el vacío de no tener a quién pedirle la bendición o relatarle la historia de su primer amor les ha dolido igual o más que el maltrato o abandono que sufrieron por quienes las engendraron y parieron.

María e Isabel (nombres ficticios) son dos niñas adolescentes -custodiadas por el Estado tras éste privar a sus padres de la patria potestad- que han pasado gran parte de su vida en decenas de hogares de crianza con la esperanza de que algún día una familia las acoja en su seno, las abrace y las proteja como hijas propias. Más simple: añoran decir “mami” y “papi”.


Sin embargo, el tiempo para que un proceso de adopción ocurra se les agota. Ellas lo saben y lo resienten. Son conscientes de que entre los 6,204 niños bajo custodia del Estado, los más chiquitines en la lista para adopción les roban esa oportunidad. Y es que las estadísticas muestran que son pocos los que desean aceptar el reto de llegar a casa con un adolescente, en ocasiones rebelde y que arrastra un pasado tortuoso. Así las cosas, el camino obligado es la independencia.

“He estado en 61 hogares de crianza”
María tiene 14 años y desde que estaba en kindergarten su gran sueño era que alguna persona la escogiera como hija, luego que el Departamento de la Familia privara de la patria potestad a su mamá, una ex adicta que hoy tiene sida y que permitía que la niña, quien tiene retardo mental leve y trastorno posicional desafiante, fuera maltratada por su padrastro.

En cambio, el tiempo pasó y eso nunca sucedió. A casi una década de haber caído en el sistema, María no ha encontrado una familia que la adopte, aun cuando ha pasado por más de medio centenar de hogares sustitutos.

“He estado en 61 hogares de crianza con la esperanza de que alguien me adopte y me dé el amor que mi madre no pudo”, expresa la niña, que ahora está ubicada en un hogar con otras siete “hermanitas” que también son custodiadas por el sistema.

Aunque allí se siente bien con las personas que la cuidan, María lamenta que en el pasado le hayan cerrado las puertas, en ocasiones causándole heridas muy profundas.

“Ahora yo me siento aliviada, pero en otros lugares me sentía incómoda porque no me daban amor... Siempre me estaban dando, a veces trataban de amarrarme y yo me sentía mal porque eso es maltrato. Y si el Departamento decide que nos pongan en unos hogares es para que nos den cariño y nos traten como hijos”, dijo.

María recordó lo triste que se sintió el pasado Día de las Madres cuando, soñando despierta, ansió haberlo disfrutado con su progenitora.

“Lo que me hizo mi madre no se lo perdono. Si hubiera hecho la cosas bien, estuviera con ella. Pero como entregó mi custodia, no pudimos estar juntas y eso fue algo malo para mí”, dijo entre sollozos quien aun así , cuando cumpla 21 años y asuma su propio destino, desea reencontrarse con la mujer que la parió, si es que sigue con vida.

“No encontraron familia para mí”
Isabel es una joven de 17 años, segura de sí misma y con un plan de vida establecido.

Maltratada por su padre y abandonada por su mamá desde los cinco años, “pues quería estar con los hombres”, se convirtió en una niña bajo custodia del DF hace cuatro años.

Desde entonces, ha estado en 18 hogares sustitutos, pero en ninguno permanece más de ocho meses.

De algunos la han expulsado, pues reconoce que a veces tiene problemas de conducta, y en otros la han maltratado. Entonces, entre una situación y otra se esfumó la posibilidad de que alguien la adoptara.

Recordó que a los 16 años se inició el proceso, “pero parece que no encontraron una familia para mí”.

“Las personas quieren niños pequeños para amoldarlos a su forma”, expresó a quien le duele que la “traten con esa indiferencia porque, comoquiera que sea, tenemos sentimientos”.

Consciente de lo que le depara el futuro, Isabel se prepara -tal como lo hacen 850 menores del sistema- para iniciar una vida independiente. Aunque le apena la idea de dejar la casa de la última señora que la cuida, está convencida de que es un paso que debe dar “porque necesito estar cara a cara con la vida”.

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