sábado, 27 de marzo de 2010

Los barrotes no logran encerrar el deseo sexual

Los barrotes no logran encerrar el deseo sexual
sábado, 27 de marzo de 2010

Arys L. Rodríguez Andino / Primera Hora
El reglamento lo impide, pero tras los barrotes y cuando nadie mira -o incluso con observadores silenciosos- las relaciones íntimas y sentimentales se dan de la misma manera que en la libre comunidad.

Las hay problemáticas y tormentosas, estables y solidarias.

Aunque desde afuera puede parecer que cualquier confinado y confinada que llegue a prisión por primera vez sea “carne nueva”, los días en que se forzaban las relaciones sexuales han quedado atrás.

Según la psicóloga Omayra Rivera, quien trabaja con reos del complejo correccional de Bayamón, dentro de los Ñeta se respeta al homosexual y su derecho a escoger una pareja dentro del penal.

“Ellos respetan ese aspecto de la homosexualidad. Ellos escogen y se supone que nadie intervenga”, aseguró la especialista en conducta.

Precisamente porque no se pueden controlar los impulsos emocionales y fisiológicos que se manifiestan a través de la sexualidad, a la doctora le parece absurdo que en las cárceles no se vendan condones, pieza indispensable para protegerse del contagio de enfermedades sexualmente transmisibles.

“Ahí es que tú ves una mentalidad finita, y todavía esto se mantiene como un tabú y se margina la conducta homosexual”, señaló la también profesora de la Universidad Interamericana.

La solidez de una relación que nace en prisión puede llegar a tal nivel que se han dado casos en que el que cumple su condena antes que el otro comete un nuevo delito para volver a prisión y estar con su pareja.

“La pasión, la intimidad y el compromiso se pueden dar dentro de una prisión”, reiteró.

Eso no fue, sin embargo, lo que le ocurrió a “Wanda”, una confinada que ya salió de la cárcel pero que mientras estuvo presa mantuvo una relación sentimental con una compañera.

“Cuando salió duramos seis meses porque ella no era gay, pero me sigue buscando como amiga”, contó la joven que cumplió cárcel por un caso de drogas.

Según ella, al igual que en la calle, en prisión se dan casos de amor a primera vista y otros producto del tiempo “y la labia”.

“La dinámica se da igual”, insistió la joven que se identificó como lesbiana antes de tener problemas con la ley.

Wanda era de las que también pensaban que en la cárcel las mujeres eran obligadas a tener relaciones con otras, pero eso no fue lo que vivió.

“Eso es un mito. La que no quiere, no quiere, y la que no es, no lo es”, declaró.

Entre las circunstancias que propician el florecimiento de relaciones mencionó el aburrimiento y la soledad como las principales.

Es, además, una manera de vivir mejor.

“Se vive bien allá adentro porque la mujer le da todo, te ayuda, te compra tenis. La pareja que yo tuve, las dos estábamos bien, vivíamos bien”, dijo sobre la dinámica de poder acceder a ciertos beneficios.

Para poder tener intimidad, hay que arreglárselas.

“Tiene que ser escondido de los guardias. Si te pillan, te trancan. Yo tuve una pareja en máxima (seguridad) y cuando nos tocaba bañarnos nos aprovechábamos y nos bañábamos juntas”, confesó sobre sus espacios para tener acercamientos sexuales.

Rivera mencionó que el deseo sexual es una necesidad fisiológica que el encierro no suprime.

“Hay confinados que tienen su esposa afuera y en la cárcel llevan doble vida sencillamente porque responden a unas necesidades”, explicó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario