martes, 8 de junio de 2010

Fue una liberación tremenda

“Fue una liberación tremenda”
Aunque se critica la forma en que se introdujo aquí, muchos reconocen también el efecto positivo de la píldora sobre la vida femenina



Cuando la Administración federal de Drogas y Alimentos (FDA) la aprobó en 1960, la píldora era 20 veces más fuerte que la que se toma actualmente.Por Mildred Rivera Marrero / mrivera1@elnuevodia.com

La píldora anticonceptiva, que este mes cumple 50 años de haberse aprobado, tiene raíces en Puerto Rico y doña Ramonita Rivas García fue parte de esa historia.

Cuando, en la década de 1950, la Isla sirvió como laboratorio para hacer los experimentos previos a la aprobación de la píldora anticonceptiva, todo lo que doña Ramonita quería era “no llenarme de hijos”.

A sus veinte años, luego de tener a su primera hija Ángela, aceptó la recomendación que daban en una oficina ubicada al lado del dispensario que estaba dentro de su comunidad, el residencial Luis Lloréns Torres.

Las pastillas “me las dieron en la Unidad de Salud Pública, en Planificación Familiar. Como daban charlas, yo dije: 'pues déjame probar”, recuerda la mujer de 72 años en entrevista con El Nuevo Día.

¿Le dijeron que usted era parte de un estudio?

“No. Hablábamos de lo efectivas que eran”, dice doña Ramonita.

Su esposo, Ángel Ortiz, explica que “como éramos tan jóvenes, cualquier cosa que le dieran para evitar los hijos era beneficioso”.

El perfil de doña Ramonita coincide con el de cientos de mujeres que, sin saberlo, sirvieron de conejillo de Indias para probar la efectividad del contraceptivo desarrollado en Estados Unidos. Cuando la Administración federal de Drogas y Alimentos (FDA) la aprobó en 1960 era 20 veces más fuerte que la píldora que se toma actualmente.

Para los estudios, se escogieron mujeres puertorriqueñas de comunidades pobres a través de lo que entonces se conocía como la Asociación de Planificación Familiar, una organización sin fines de lucro.

Las gestiones para desarrollar un anticonceptivo oral comenzaron en 1951, cuando Margaret Sanger, feminista y fundadora de la Liga Americana para el Control de la Natalidad, obtuvo fondos para que el biólogo Gregory Pincus, comenzara la investigación. En 1954 se hace la píldora, que se llama Enovid, y se prueba por primera vez en humanos con 50 mujeres de Massachusetts.

Pero para probar la píldora a gran escala, el científico escoge exclusivamente a Puerto Rico “por la gran cantidad de mujeres pobres y sin educación”, explica un artículo de la Liga Americana de la Vida, traducido y publicado en la página vidahumana.org.

Diversas fuentes identifican como directora del proyecto a la doctora Edris Rice-Wray, miembro de la facultad de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico.

La primera fase del experimento impulsado por la farmacéutica Searle comenzó en marzo de 1956 con 225 mujeres que vivían en un residencial público, señala la catedrática de la Universidad de Puerto Rico, Lourdes Lugo-Ortiz. De esas, 100 estaban en un grupo experimental al que le dijeron que participaban de un programa de control de la natalidad. Las restantes 125 era el grupo control, a quienes les indicaron que era una encuesta sobre el tamaño de las familias del residencial.

Tres meses más tarde, Rice-Wray le informó a Pincus que 30 mujeres habían dejado el experimento.

“Hemos tenido problemas con algunas pacientes que han dejado de tomar la pastilla. En unos pocos casos han tenido náuseas, vértigo, dolores de cabeza y vómitos. Estas pocas han rehusado continuar con el programa. Dos han sido esterilizadas. Un marido se ahorcó, desesperado por su pobreza”, cita un artículo de la agencia periodística Aceprensa. Los datos coinciden con lo señalado por Lugo, quien escribe un libro sobre la esterilización en Puerto Rico.

En un segundo informe, Rice-Wray indica que, hasta diciembre de 1956, 221 boricuas habían tomado la pastilla, que un 50% se había salido del experimento y que 17% había sufrido efectos secundarios negativos.

Poco importaron los informes y, en 1957, la FDA aprobó Enovid, pero no como anticonceptivo, sino como fármaco para regular la menstruación.

En Puerto Rico se organizaron otros tres grupos de mujeres, explica Lugo. Al primero se les advirtió de efectos secundarios por el uso de la pastilla; al segundo, le dijeron que tomaban la píldora, pero sólo era placebo, y el tercero, tomó Enovid sin ninguna advertencia.

Esta nueva fase coincide con el periodo en que doña Ramonita tomó la pastilla que, según afirma, no le provocó efectos secundarios. Eso sí, en un “descuido” volvió a quedar embarazada.

En 1960, finalmente, la FDA aprueba que la píldora se venda como anticonceptivo oral, aunque no es hasta 1978, que exigió que el empaque divulgara los posibles riesgos a la salud.

Recuerda que después de eso, visitó al “doctor Silva” de Planificación Familiar quien le colocó un “aro” para evitar los embarazos. Doña Ramonita tuvo problemas con el aparato y entre ese y otros intentos para no tener hijos, finalmente tuvo seis vástagos.


La meta: bajar la tasa de nacimientos

Ese médico que recuerda es Antonio Silva, director de Planificación Familiar, la organización que suplía la píldora. La meta era bajar drásticamente la tasa de nacimientos en la Isla, según relata en el documental La Operación, de la investigadora Ana María García. Silva dijo que se “evitaban” cerca de 12,000 nacimientos anuales y explicó que tenían clínicas de planificación familiar incluso dentro de fábricas, donde les daban una hora a las obreras para que asistieran a las charlas.

Según el documental, la iniciativa se dio en momentos en que la Agencia federal para el Desarrollo Internacional subvencionaba planes de control poblacional en latinoamérica y en que el gobierno de la Isla promovía la emigración y la esterilización masiva de mujeres.

El desarrollo y venta de la píldora anticonceptiva ha sido, sin embargo, reconocido como un evento de gran impacto social. Por primera vez, las mujeres podían controlar su proceso reproductivo y eso cambió la visión sobre su cuerpo y las relaciones de pareja, entre otras cosas.

“Hay dos caras de la moneda”, señala Diana Valle, ex presidenta de la Casa Protegida Julia de Burgos. “Por un lado, como se hicieron los primeros estudios fue una falta de respecto y una violación a los derechos de las mujeres porque no les explicaban los efectos secundarios ni nada. Fueron conejillo de Indias. La otra cara de la moneda fue una liberación tremenda, fue ofrecerle a la mujer el poder de controlar su cuerpo y tomar decisiones en términos de la reproducción”, afirma.

Alana Feldman, de Taller Salud, coincidió en que “la pastilla fue una cosa revolucionaria. Es la que da pie a que las mujeres podamos explorar el mundo, nos da la posibilidad de estudiar y tener grados más allá de lo básico”. Señala que la píldora debe seguir siendo una opción, pero destaca que aquí hace falta más educación sexual.

Nirvana González, coordinadora general de la Red de Salud de las Mujeres Latinaomericanas y del Caribe, sostiene que “Puerto Rico se las echa de ser un país desarrollado pero, en términos de acceso a la salud sexual y reproductiva (no). En la mayoría de los países de la región se cubren (los costos de los métodos anticonceptivos para) las personas de escasos recursos”, señala González.

Agrega que en Argentina, por ejemplo, el Congreso aprobó ofrecer educación sexual en los grados primarios hace dos años. Aquí, en contraste, los gobiernos prohíben la educación sexual en las escuelas a pesar de conocer que están activos sexualmente, critica González.

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