miércoles, 27 de mayo de 2009

Vivía en condiciones infrahumanas

miércoles, 27 de mayo de 2009
Libni Sanjurjo Meléndez
Primera Hora

En Puerto Rico hay familias que viven en condiciones infrahumanas. ¿Cuántas son? No se sabe con precisión, pero las hay.
Ése era el caso de doña Wanda Frazer, una mujer de 82 años de edad que trabajó como empleada doméstica desde que emigró a la Isla en el 1949, procedente de Santa Cruz.
Hasta hace un año vivía en condiciones terribles, aunque seguía viviendo. El tétrico escenario nunca impidió que cada viernes tocara sus congas desde el maltrecho balcón de su casa en el barrio Amelia de Guaynabo, una comunidad pobre formada sobre manglares durante el siglo pasado.

“No se ha cuantificado el número de familias que viven en condiciones infrahumanas en años recientes; sin embargo, sabemos que hay familias que viven en (esas) condiciones porque viven en hacinamiento, no tienen agua potable...”, aseguró la ex presidenta de la Junta de Habitat for Humanity, Capítulo de Puerto Rico, la planificadora Lucilla Fuller Marvell.

Vivienda deteriorada
Lo único que salvó a doña Wanda de seguir viviendo entre la polilla y el comején fue la oportunidad que Hábitat Puerto Rico, junto con el Municipio, le dio de tener una nueva casa mediante un acuerdo conjunto de rehabilitación, donde el ayuntamiento puso los materiales y la organización internacional sin fines de lucro la mano de obra.

“El caso de esta señora a mí me impactó... Me sorprendió. Yo no había visto nada igual”, indicó Elvin Ferrer, vicepresidente de Hábitat Puerto Rico.
La estructura de madera, levantada sobre bloques de cemento para evitar inundaciones, estaba podrida y la lluvia se introducía en la residencia.

“El estado de deterioro de las goteras van pudriendo el piso, que colapsó, y todo lo que había (en su habitación) -la cama y el ropero- se cayó a la tierra... Ella básicamente clausuró ese cuarto con sus muebles”, comentó Ferrer. Por eso, dijo, dormía en un love seat de la sala.
Al llegar a la Isla, tenía 17 años en ese entonces, doña Wanda residía en las casas de las familias donde laboraba. Ésas eran de cemento, pero la que consiguió, junto con su esposo, era una casa de madera, con techo de zinc y ventanas de aluminio en la calle Milán Padró. Allí ha vivido por alrededor de 50 años.

“Gracias a Dios, eso me va a durar hasta la muerte... Ésta es la primera vez que yo voy a tener una casa de cemento en ese sitio”, expresó doña Wanda.
Los ingresos de la familia -su esposo era bolitero- nunca permitieron que la cruceña aspirara a una casa segura. Estaba concentrada en criar a sus seis hijos.

Costoso comprar casa
Según Fuller Marvell, la mayoría de las familias de escasos recursos económicos en la Isla sólo puede pagar una hipoteca de entre $35,000 y $40,000, una realidad que contrasta con el mercado actual de viviendas. Explicó que al pasar del tiempo se ha hecho “más costoso hacer una vivienda; entre el costo de los materiales y la mano de obra, se hace casi imposible poder hacer una por menos de $90,000”. Por eso Hábitat, además del acuerdo con el Municipio, trabaja particularmente con la población que no puede pagar una hipoteca de $80,000 pero sí una de $35,000 aproximadamente.

¿Por qué sus hijos no suplieron esta necesidad?
Si hubiese tenido el dinero le hubiese hecho una casa, sacado de allí, pero a ella le encanta ese sitio”, respondió uno de sus hijos, Jorge Martínez Frazer.
También logró obtener muebles nuevos con la ayuda voluntaria de cuatro estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas (EAP), junto con el profesor Vladimir García.
El 24 de febrero volverá a tocar sus congas en el mismo balcón, pero totalmente transformado.

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