viernes, 22 de mayo de 2009

Lecciones de la charca fría

Por Gina Delucca, Mi Mundillo
22 de mayo de 2009 04:00 am


Parcialmente nublado. El pronóstico no parecía favorecer los planes. Pero como en esta isla el clima es tan caprichoso, llené el tanque, arranqué para el campo y por supuesto, le pedí a Dios que estuviera a cargo de todo. Era un pasadía especial, que terminó convirtiéndose en una clase especial en la Universidad de la Vida. Un familiar y sus amistades estaban de visita en la Isla, quedándose en un hotel cerca de la finca de mi amiga. La finca de mi amiga está aledaña a una quebrada que baja desde un monte altísimo, formando una escalinata de cascadas y pozas.


Y como yo soy una embelequera, le pedí a mi amiga que ese día nos llevara a todos a la más grande de las pozas—que ella llama la charca fría—a la cual la gente se puede tirar desde una piedra y darse un buen baño de agua pura. Un lugar bello, privado y desconocido, con cientos de árboles tropicales que crean un canapé de ramas altas que ambientan ese pequeño paraíso. Algarrobos, higuerillos yagrumos…


Así que recogí al combo de cuatro jóvenes en sus veinti-pocos y me los llevé jalda arriba. Desde el carro ellos lo apreciaban todo, hacían preguntas y tomaban fotos. Primera lección: A veces nos acostumbramos a lo bueno que tenemos en este país y lo dejamos de apreciar. Pero tiene que venir uno de afuera para recordártelo.


Llegamos a la finca y mi amiga y su esposo los recibieron como si los conocieran de siempre. Hospitalidad boricua, algo que tampoco hay en todos lados, y lo damos por sentado. Todos teníamos el traje de baño debajo de la ropa, por lo que no pasó media hora y ya íbamos caminando jalda abajo hacia la charca.


Mi amiga iba a’lante del grupo y se dio un buen resbalón en un escalón de fango, lo cual manejó con humor y gracia. Lección número dos: sigue al que sabe y no resbalarás donde él resbaló. Aunque mi amiga es delgada y ágil, me lleva unos añitos. Ella seguía abriéndose paso en el monte como si fuera el patio de su casa. Incansable, sin achaques ni miedo. Lección número tres: nunca juzgues por la edad. Pues resulta que uno de los del grupo, aunque joven, tenía unas libritas adicionales. Y aunque disfrutó, el camino se le hizo un poco difícil.


Ese talentoso joven—vamos a llamarle Omar—aprendió para sí varias lecciones. La más importante es que para sobreponerte a los miedos, tienes que enfrentarte a ellos. En ese salto de fe, saldrás redimido y nuevo. El salto de fe fue literalmente saltar desde el peñón hasta el centro de la poza. Omar cerró para siempre el capítulo de los miedos infundamentados.
Nos pusimos a explorar quebrada-arriba. Yo andaba con un palo que me servía de bastón para apoyarme al subir y bajar piedras cubiertas de limo. Pero hubo ocasiones en que otro del grupo me tuvo que dar la mano para ayudarme. Lección cinco: No seamos orgullosos; pidamos y aceptemos ayuda cuando sea necesario.


Para mí este back-to-nature fue muy terapéutico. Miré al cielo y le di gracias a Dios por ese lugar y por ese momento. Es que en realidad yo soy una abrazadora de árboles de corazón. Y la ciudad siempre contamina. Dejé atrás la ansiedad, la agenda, el reloj y me interné con el bosque. Tomé agua de manantial, me duché con la cascada, recogí algarrobas y chinas, y hasta fui picada en el tobillo por lo que creo que fue una buruquena. Lección número seis: Si le invades al otro su territorio, es normal que se defienda.


De pronto, lo que había sido llovizna casual durante la mañana, se convirtió en un aguacero copioso. El agua fría y pesada comenzó a atravesar la cortina de hojas y a caer fuertemente sobe nuestras cabezas y nuestra piel. Entendimos que era una señal para comenzar a irnos. Pero… habíamos dejado las toallas sin proteger. Cuando llegamos a ellas, estaban tan mojadas como nosotros. Así que nos pusimos los pantalones como pudimos y empezamos a subir con prisa, pero felices y relajados. Llovió sobre mojado, pero nadie protestó.


No tomamos el tiempo de nuestra expedición. El tiempo paró en ese mini-Edén. Es que cuando se la pasa bien, el tiempo no te acosa con su tic-tac. Otra pequeña lección.
Al llegar arriba tuvimos que exprimir las toallas. Nos salvó una toalla seca que por “malicia” yo había dejado en el carro. Última lección: Mujer preparada vale por dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario