miércoles, 29 de abril de 2009

Optimismo con el coquí llanero

Por Maricelis Rivera Santos
EL VOCERO
29 de abril de 2009 04:00 am

Toa Baja-Después del descubrimiento del coquí llanero como nueva especie de la fauna boricua en el año 2004 y de designar una alta protección para su hábitat, el pequeño animal ofreció más sorpresas a los científicos.El descubridor del llanero en los humedales de la antigua base de Sabana Seca, en Toa Baja, Neftaly Ríos, manifestó que en los estudios de campo para examinar la biología reproductiva de la especie, detectaron un hallazgo que puede resultar importante para su supervivencia.

“Los huevitos no necesitan presencia de los padres para desarrollarse. Eso no lo sabíamos”, declaró el doctor en ecología.“Es la primera especie de la que tenemos conocimiento, que los huevitos se pueden desarrollar solos, eso tiene implicaciones para la conservación”, expresó en un recorrido con EL VOCERO por el área del humedal donde se reproduce el animal, un lugar nunca antes visitado por la prensa.Los huevitos parecen una sustancia gelatinosa y blanca depositados en los huecos entre las hojas del helecho acuático (sagitaria lancifolia) donde habita el llanero.

El científico dijo que el hecho de que los padres no tengan que estar al lado de los huevos facilita la posibilidad de que puedan extraerse y criarlos en cautiverio, una de las metas con el fin de que se pueda reintroducir en otras áreas, ya sea cercanas o en otros humedales.Hasta el momento se cree que el llanero (nombre científico de Eleutherodactylus juanriveroi) solo habita en ese humedal de Toa Baja.

Afirmó que previamente él logró criar varios llaneros en cautiverio, pero ese hallazgo plantea que ahora tiene toda la información necesaria para reproducirse a mayor escala.La importancia de poder reproducirlo en cautiverio, es que es una de las formas con las que se ha podido evitar la extinción en varias especies.Otro dato reciente es que saben quién es su depredador.Se trata de lapas endémicas o exóticas que llegan al humedal en meses cómo marzo y abril donde hay menos nivel de inundación. Esas lapas se introducen a las plantas que le sirven de hábitat y se comen los huevitos del llanero.

La falta de agua también propicia condiciones que afecten a la planta donde vive el llanero porque otras plantas más invasivas la puedan desplazar del ecosistema y por ello se afecte indirectamente, explicó.Ríos cree que en Toa Baja pueden existir un promedio de 70 mil a 230 mil individuos, pero destacó que es muy relativo y difícil de determinar.Esos nuevos datos sobre el más pequeño de los coquíes puertorriqueños se van a discutir el 6 de junio en un simposio en honor al herpetólogo Richard Thomas en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.En la visita efectuada por este diario, se presenció áreas del pantano extremadamente inundadas como para que el agua llegara casi hasta la cintura de una persona, y en otras apenas llegaba a las rodillas.

Pero, Ríos ha marcado una parte donde hay que literalmente nadar.El ecólogo detalló que se han hecho estudios de referencia satelital para examinar áreas del norte de Puerto Rico donde existen las mismas condiciones hídricas, geológicas y de flora que en Toa Baja, pero hasta ahora no se ha encontrado al llanero en ningún otro lugar. Mencionó que en el humedal existen otros cuatro especies de coquíes.En una ocasión observó al coquí silbador o pitito sobre una camada explotada del llaneroA ambos le gusta la misma planta.Pero, advirtió que hay que hacer más estudios previo a poder indicar que es su posible competidor por el hábitat.

En el año 2007, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) designó el humedal como el hábitat crítico esencial de la especie, la más alta categoría de conservación.“No se trata de solo proteger el área por el animalito, el animalito es un accidente, pero en toda la región hay cosas únicas. Hay especies de plantas, organismos nuevos que hemos detectado allí”, recalcó.Mencionó que el humedal de agua dulce de Toa Baja es algo único, similar al bosque enano de las montañas y zonas del karso; áreas que han sobrevivido pese a la presión humana.Su gran aportación es que revelan cómo fueron los ecosistemas en el pasado porque prácticamente no han tenido alteración.“Eso es lo místico del cuento”, aseveró.

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