lunes, 16 de febrero de 2009

Sacerdotes santeros trascienden fronteras

Joseph Boluffer se convirtió en sacerdote santero cuando tenía siete años de edad.

lunes, 16 de febrero de 2009
Francisco Rodríguez-Burns
Primera Hora

Muchos temen que un compañero de trabajo o un familiar se entere de su religión. Celebran las ceremonias en cuartos cerrados de residencias. Las fuerzas divinas mantienen contacto directo con sus seguidores a través de sus sacerdotes (babalawos).

Sus legendarias tradiciones y creencias se caracterizan por un hermetismo que nace de un recelo por salvaguardar y preservar la esencia misma de la santería. De hecho, el miedo a ser identificado como santero persiste debido, precisamente, al desconocimiento que tienen algunos puertorriqueños de una religión que forma una parte integral de su herencia caribeña. Pero aun así, según aseguran algunos babalawos, la religión continúa ganando adeptos en la Isla. “Mucha gente piensa que esta religión es para hacerse rico, pero es para tener una dirección hacia la verdad, hacia un Dios”, indica Joseph Boluffer, hijo del primer santero en ser escogido como babalao fuera de Cuba a finales de la década de los 60.

Opina Boluffer que el enfoque mediático de su religión ha explotado el sacrificio de animales sin contextualizar sobre cómo la práctica forma parte de las tradiciones cristianas. Los prejuicios que giran en torno a la santería también han sido alimentados por reportes que hacen mención de ofrendas propias del ritual santero durante allanamientos policiacos. “¿Por qué nunca menciona si la persona es católica?”, cuestionó Boluffer, cocinero que se convirtió en sacerdote santero cuando apenas tenía siete años de edad.

Aunque sí hay santeros que se han convertido en guías espirituales de elementos del bajo mundo, Boluffer asegura que éstos representan una ínfima minoría de los creyentes.
“El mandato primordial del babalawo es ayudar a la humanidad sin esperar nada a cambio. Ése es el verdadero propósito en palabras sencillas”, indica el religioso.

Sostiene que su mayor reto es desalentar el uso de la santería para hacer el mal. “La religión no se puede utilizar de esta manera”, asegura.

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