jueves, 5 de febrero de 2009

¿Desafiando a lso genios?

jueves, 5 de febrero de 2009
Janet González Bolívar
Primera Hora

Tienen coeficientes privilegiados, aprenden a un ritmo acelerado y poseen talentos de sobra. Sus experiencias en la escuela, con sus contemporáneos y en distintos escenarios sociales, distan mucho de las que atraviesa la persona "típica". Los han tachado del "cerebrito" del salón, los excluyen de las fiestas y actividades de esparcimiento, y el currículo estándar de las escuelas les pone un freno a sus capacidades sobresalientes.

Perfil de un dotado
Su nivel de inteligencia está por encima de lo normal.
Son creativos y se automotivan.
Aprenden rápidamente a una edad temprana.
Pueden leer y/o escribir desde pequeños.
Su memoria es excepcional.
Procesan la información rápidamente.
Operan a un alto nivel de pensamiento y realizan tareas abstractas y complejas.
Requieren un mínimo de explicación para comprender.
Les disgusta la repetición y se aburren con facilidad.
Son observadores y detallistas.
Son muy sensibles a la crítica.

Fuente: Asociación de Padres de Niños Dotados de Puerto Rico (APreNDo)

Todas estas vivencias por las que han pasado los dotados ponen de manifiesto una sola cosa: ser ‘genio’, contrario a lo que se piensa, no es necesariamente sinónimo de felicidad.
Para conocer un poco más a fondo lo que significa estar en la piel de un dotado, A tu manera conversó con tres de ellos sobre la historia particular que les ha tocado vivir. Los testimonios de Hazel Thais, Roberto Emanuel y Vicente -todos referidos por la Asociación de Padres de Niños Dotados de Puerto Rico (APreNDo)- nos abren una ventana a las virtudes y los obstáculos que habitan en el mundo de un genio.

Hazel Thais Rivera Rosario, de nueve años, toca el chelo y es una lectora veloz
Ella se devora los libros y los lee a todas horas, en todo momento: mientras ve televisión, en la mesa de comer, sentada en la butaca de un cine y, cómo no, en el baño. Con una risita de incredulidad y asombro, su madre, Myriam Rosario, confiesa que Hazel acostumbra a leer hasta 14 libros semanales, que pueden ser de hasta 200 páginas.

"Hay veces que vamos a (la librería) Borders, compramos como cinco o seis libros, y de camino (a su casa en Manatí), ya se ha leído uno. O a veces estamos en Plaza (las Américas), se sienta a leer, y ya se termina otro", cuenta Myriam, una ingeniera civil.
Esta pasión por la lectura Hazel la demostró desde pequeña. A ella nunca le gustó jugar con muñecas. Se divertía, por el contrario, aprendiendo las vocales, leyendo la cartilla fonética y escribiendo su nombre -con tan sólo un año y medio de edad- en la nevera con unas letras magnéticas que su padre, Héctor Rivera, le había regalado.

Aunque estos intereses y facultades no son la norma en niños tan pequeños, Héctor y Myriam -padres primerizos al fin- no lograban ver claramente que su hija era una niña dotada. Sí notaban, no obstante, esas "cositas raras" que la diferenciaban de sus pares.

Pero los padres de la pequeña pronto comprobaron lo que ya era evidente: una visita a un psicólogo reveló que Hazel, entonces de dos años, tenía un IQ sobre 130 puntos.
A esa edad también leía el periódico y sabía escribir, entró al kínder, comenzó a tocar el chelo y, seis meses más adelante, debutó en su primer concierto. El año pasado fue invitada a audicionar en la prestigiosa Juilliard School of Music, de Nueva York.

"Me gustan las cosas que sean retantes, como la música y la lectura. Me gusta leer libros en inglés que sean como de misterio y de aventura", revela Hazel, libro en mano y con cierta timidez. "De grande, me gustaría ser astronauta y seguir siendo chelista, porque me gusta la música y también las cosas del espacio", expresó la pequeña.

Vicente Avilés tiene 50 años de edad y es programador de computadoras y caricaturista
De pequeño, Vicente soñaba con ser muchas cosas: astrónomo, geólogo, inventor, científico, químico y hasta dibujante. Le interesaban tantas profesiones que no podía decidirse por una sola.
"Aprendía bien rápido y el resto del tiempo me la pasaba fantaseando. Y, como leía mucho, siempre salía bien en los exámenes porque casi siempre ya sabía lo que estaba hablando la maestra. No era para nada retante", reconoce Vicente.

Cuando llegó el tiempo de ingresar a la universidad, el entonces joven delimitó sus opciones a una disciplina, la Química, pero en segundo año descubrió su verdadera pasión: la programación de computadoras. Aunque demostró un talento natural en esta área, Vicente encontró varios obstáculos en la convivencia con sus compañeros de carrera.

"Donde más rechazo viví fue en la universidad. Notaba que los otros estudiantes como que se molestaban cuando veían que yo sobresalía. A veces hacían actividades y no me invitaban", recuerda, con voz apagada, el manatieño.

Más allá de estos sinsabores, Vicente adoptó la filosofía popular de ‘a mal tiempo, buena cara’: culminó sus estudios y fue distinguido magna cum laude en su graduación. Desde entonces se ha dedicado al campo de la programación y, paralelamente, se ha destacado como caricaturista con su personaje de "El profe", un simpático pero chiflado inventor. Las viñetas de este "científico" se estuvieron publicando por casi 14 años en un rotativo del país.

Por estas fechas, Vicente es padre de tres adolescentes, que también presentan altas capacidades, y ha desarrollado programas educativos de computadora para niños ("El profe" es, de hecho, el personaje central en ellos).

Cuando se le hace la pregunta obligada -¿qué ideas propones para mejorar la experiencia educativa actual de los niños dotados?-, Vicente se detiene a pensar por un momento y, con su hablar pausado, apunta lo que muchos psicólogos y activistas de esta población reclaman: grupos y programas especiales para estos estudiantes talentosos.

Para él, es la mejor respuesta para atender las aptitudes y competencias de los pequeños "genios". Por ejemplo, "se deberían de crear grupos y programas especiales para los niños y jóvenes dotados".
Roberto Emanuel Madera Soto, de 15 años, es un excelente saxofonista y subcampeón de ajedrez a nivel isla

Le han llamado estofón y nerd en la escuela, pero Roberto aclara que no se considera estudioso. Es cierto que lo saltaron de grado en la elemental -pasó del quinto al séptimo- y acostumbra a sacar A en sus clases. Sin embargo, dice que estudia "lo necesario". Cuando le apasiona un tema, como algo relacionado con las ciencias o las matemáticas, procura buscar más información por su cuenta, bien sea en la Internet o en algún canal educativo, como el Discovery.

Si hay algo que no soporta, admite, es que le machaquen los mismos temas año tras año en el salón. Para él, ahora en undécimo grado, el currículo escolar debe ser muy distinto al que ha conocido por años. Debe ser variado, más profundo y debe promover el razonamiento crítico.
"Me llevan repitiendo de los indios desde que estoy en escuela elemental. Todo es los indios, y los indios, y los indios. O sea, el mundo es bien interesante y me están hablando de los indios", reflexiona Roberto, cuyo coeficiente de inteligencia lo clasifica como dotado.

Aunque ya está más motivado en la escuela, Roberto admite -de hecho- que la falta de retos intelectuales lo llevó a estar aburrido en el aula por muchos años. "A veces me portaba mal o me distraía. Odiaba estudiar porque me daban mucho trabajo de cosas que ni me interesaban", recuerda el estudiante.

Este talentoso joven también se ha destacado más allá del mundo académico. Juega ajedrez desde los nueve años y es, actualmente, el subcampeón nacional en este juego, es nadador y toca desde el saxofón (su fuerte), el cuatro y el piano, hasta la flauta y el clarinete.

Cuando se gradúe de escuela superior, desea estudiar ingeniería eléctrica o mecánica en el Recinto Universitario de Mayagüez, aunque también le atrae la animación de videojuegos. En cuanto a los "cambios" que le haría al programa educativo de las escuelas, Roberto no vacila en dar una respuesta concreta.

"Lo haría más profundo y no tan repetitivo. Pienso, también, que los maestros deberían estar mejor preparados porque si tú le preguntas a un maestro de intermedia más sobre un tema o tienes una curiosidad, pues, a veces, no sabe. O, incluso, a veces le molesta que le preguntes, porque piensa que lo estás retando y eso me disgusta", puntualiza.

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