lunes, 27 de octubre de 2008

La otra cara de los hogares sustitutos

lunes, 27 de octubre de 2008
Mariana Cobián
Primera Hora

Orlando Martínez, un joven soltero de 28 años, tiene a su cargo tres niños de ocho, nueve y 10 años. (Primera Hora / Vanessa Serra Díaz)

Padre no es el que engendra, sino el que cría.
Casi todos los días escuchamos noticias devastadoras: “Madre golpea a su bebé contra una pared”, “Padrastro agrede sexualmente a su hijastra”, “Menores deambulan por la calle sin supervisión de un adulto”.

Pero, ¿qué pasa con estos niños después?
Para eso están los hogares de crianza, que son la “pieza fundamental para empezar a sanar las heridas del maltrato”, según el secretario de la Familia, Félix Matos.
Si no existieran los hogares sustitutos, muchos permanecerían con esas personas que no saben valorarlos y que a veces hasta se olvidan de su existencia.

Personas dadivosas que desean proveer un mejor porvenir a menores de edad abren las puertas de sus casas para albergarlos y darles el cariño que merecen.
La imagen negativa de estos hogares sustitutos cambia cuando se habla con esos padres que, a pesar de los sacrificios y vicisitudes, no se arrepienten.

Muchos se convierten en los padres de estos pequeños. Algunos son atendidos por un tiempo en lo que sus padres biológicos se rehabilitan para poder atenderlos, y otros son dados en adopción, según explicó la administradora auxiliar de cuidado sustituto y adopción de la Administración de Familias y Niños (Adfan), Evelyza Crespo.

Hay 2,597 hogares de crianza y la agencia espera aumentar un 20% para 2009.
Entre esos hogares está el de Orlando Martínez.
Aunque se le hizo difícil ser padre de crianza por ser un joven soltero de 28 años, en julio pudo abrir las puertas de su casa en Guaynabo y tiene bajo su cuidado a tres niños de ocho, nueve y 10 años.

Su deseo de ayudar y atender a muchachos, específicamente que requieran modificación de conducta y ayuda psiquiátrica, fue por encima de la vida de un típico soltero de su edad.
Orlando trabajó en el área de mercadeo de una compañía y estuvo en contacto con menores de organizaciones benéficas, lo que desarrolló su deseo de ayudar a menores.

Aunque tratar con preadolescentes no es fácil, el vendedor de autos impone las reglas y “siempre y cuando las respeten, trabajamos en armonía”. A la entrada de la cocina, hay una cinta adhesiva roja para que los niños no entren corriendo por si están cocinando.

Al principio “hay conflictos” en lo que se acostumbran, pero aprenden que romper las reglas trae consecuencias “que son penalizadas con el área recreativa y eso funciona”. Les prohíbe jugar billar, ping- pong o usar la piscina.

Menores con casos en los tribunales
El primero que llegó a su casa fue el de nueve años.
“Ese chico ha vivido cosas que nosotros no hemos vivido”, manifestó.

Cuando el jovencito tenía siete años, mató a su abuelo sin querer al lanzarle un vidrio que lo alcanzó en la yugular. Relató que él lo llevaba a hospitales y agredía a la gente y escupía.
“Él tenía unos traumas graves. Y ahora es un nene bien cariñoso. Es otro”, expresó Orlando, quien posee un bachillerato en justicia criminal y psicología.

El segundo llegó en agosto. Es un simpático pequeño de ocho años que estuvo al borde de la muerte luego que su madre, quien es adicta a drogas, lo “restrellara” contra una bañera y su padrastro lo golpeara con un palo de golf en la cabeza.

“Papi, papi, tengo nueve A's”, dijo el de ocho años al llegar de la escuela.
“Wow. Qué bien. Te felicito”, le indicó Orlando.
“Y tengo una asignación de mi país”, agregó el niño.
“¿Podemos jugar billar?”, preguntó el de nueve años.
“Sí”, le contestó el joven.
Orlando confesó que si el menor de los tres no puede regresar con su madre, consideraría adoptarlo.

El último que llegó a su casa hace apenas tres semanas tiene 10 años, pero estaba en terapias cuando PRIMERA HORA visitó el hogar. Tiene un caso por apropiación ilegal y ha pasado por nueve hogares por mala conducta “y aquí está respondiendo muy bien”.
¿Cómo logra modificar la conducta?

-Hay que trabajar el área afectiva. Es esencial. Si le demuestras a un nene que lo estás protegiendo, que lo vas a ayudar y apoyar, ellos cambian. Ellos me dicen papi. Son niños que eran distantes y bien vacíos de corazón, pero se han convertido en niños bien afectivos, le dan valor a las cosas.

“Es una experiencia súper. Uno con ellos vive mil emociones diarias. Vives alegrías, tristeza, comprensión”, añadió el joven, quien cuenta con la ayuda de su hermano, abuela y madre.
Orlando se prepara mentalmente para la posible reubicación de los muchachos, experiencia que Altagracia Rosado y Pedro Ortiz han vivido varias veces.
Hogar de más de 30 “hijos”

A Altagracia Rosado se le agarran del cuello porque no quieren irse. Y han sido varias las niñas que han pasado por la casa de este matrimonio, en Aguas Buenas, por los pasados 26 años.
Todo comenzó con una emergencia. Cuando Pedro Ortiz era policía, participó de una remoción de unos menores. Era de noche y sólo encontraron casa para dos de los tres hermanos, por lo que ofreció llevarse a la más pequeña, de nueve meses. De ahí continuaron llegando.

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