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martes, 23 de octubre de 2012
En el sur los más tóxicos
Los emisores de mayor contaminación están ubicados cerca de comunidades pobres
Por Gerardo E. Alvarado León / galvarado@elnuevodia.com
Seis municipios de la costa sur figuran entre los más contaminados con químicos tóxicos en todo Puerto Rico, según el más reciente Inventario de Sustancias Tóxicas (TRI) de la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA).
Lo anterior hace sentido al considerar que en Yauco, Guayanilla, Peñuelas, Ponce, Salinas y Guayama están situadas las dos termoeléctricas más grandes del país, una cogeneratriz a base de gas natural y otra que quema carbón, un viejo complejo petroquímico y una cementera, entre otras industrias.
Un dato relevante -que arrojó un estudio sociodemográfico realizado entre enero y mayo pasado por la organización de conservación y educación ambiental Madre Tierra Atabey- es que el 85% de las familias que viven cerca de los focos de contaminación en esos seis municipios tienen ingresos anuales menores a $10,000.
Según el estudio, el 9% de las familias tienen ingresos anuales menores a $20,000 y apenas el 6% reportó ingresos mayores a ese monto.
Dicho en otras palabras, el 94% de las familias vecinas vive bajo el nivel de pobreza, definido por el Negociado Federal del Censo como un ingreso de $30,000 anuales para una familia de cuatro personas o de $14,000 para un individuo.
Desde la década de 1970, uno de los principales debates sobre justicia ambiental ha sido que las áreas más pobres son las más contaminadas.
Según los datos preliminares del TRI -correspondientes al 2011 y actualizados el mes pasado-, Yauco, Guayanilla, Peñuelas, Ponce, Salinas y Guayama emitieron, en total, 2,805,128 libras de químicos tóxicos. Eso es más de la mitad de las 4,667,440 libras reportadas en todo el país.
Los contaminantes más abundantes fueron amoníaco, ácido sulfúrico, metanol y diclorometano. Pero también se reportó neftalina, benzo, dioxinas, hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) y compuestos de plomo, mercurio y níquel, entre otros.
La situación en los seis pueblos sureños podría ser peor, toda vez que los datos del TRI los proveen las propias industrias contaminantes, lo que desde siempre ha levantado suspicacia sobre cuán certeros son los reportes. De hecho, las industrias que generan menos de 10,000 libras de contaminantes no forman parte del TRI.
La EPA, asimismo, admitió desde mediados de la década de 1990 que no se sabe a ciencia cierta qué cantidad de tóxicos se recicla y/o se envía a vertederos especializados fuera de Puerto Rico. Ningún funcionario de la EPA en la Isla estuvo ayer disponible para entrevista sobre este asunto.
El otro foco de contaminación identificado en el TRI está en la costa norte, entre Arecibo, Barceloneta y Manatí. Casualmente, en la costa norte están ubicados ocho de los 16 sitios que integran la Lista del Superfondo, donde la EPA incluye los lugares más contaminados y que urgen limpieza inmediata.
A todas las industrias que reportan al TRI les aplican los nuevos estándares de calidad de aire -conocidos como MACT y NAAQS- promulgados por la EPA en diciembre pasado y que le dan a las empresas un período de 34 meses para reducir sus emisiones.
Salud y ambiente afectados
Los efectos de los contaminantes tóxicos al ambiente y la salud también han sido muy debatidos.
Carlos Lugo, profesor de Biología y Ciencias Ambientales en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, en Ponce, explicó que algunos químicos, como el azufre, contribuyen a que se forme lluvia ácida.
La lluvia ácida propicia la acidificación de los lagos, ríos y mares, dificultando, a su vez, el desarrollo de vida acuática. También afecta la vegetación, acaba con ciertos microorganismos y causa corrosión en vehículos, verjas y otras estructuras metálicas.
Otros químicos, como el mercurio, se acumulan en los organismos y, a medida que sube el “nivel trófico” (alimentario), la acumulación es mayor. Este efecto se conoce como “biomagnificación”, indicó Lugo.
Emmanuel Vázquez, cofundador y director de la organización Madre Tierra Atabey, agregó que la exposición a mercurio también puede causar daño a los pulmones, náuseas, vómitos, diarreas, aumento en la presión arterial y/o ritmo cardíaco, erupciones en la piel e irritación ocular.
Señaló, asimismo, que el plomo puede disminuir las habilidades de aprendizaje y perturbar el comportamiento de los niños. Mientras, el níquel puede provocar defectos de nacimiento, asma y bronquitis crónica, desórdenes del corazón y cáncer de pulmón, nariz, laringe y próstata.
“Uno de los químicos que más se está liberando en el sur son las dioxinas. Ese contaminante surge por la quema de un montón de cosas y es el cancerígeno más potente que se ha identificado”, declaró el doctor Lugo.
Sobre esto, el oncólogo Víctor Marcial dijo que el tipo de cáncer que provocan las dioxinas es el de seno.
“Pero el cáncer es el menor de los problemas, ya que tenemos 20 o 30 años para limpiar a las personas. Lo que me preocupa es el efecto inmediato de estos contaminantes: niños que no respiran bien, asma, pérdida de la memoria, depresión, ansiedad y desórdenes de sueño. Estos contaminantes propician una calidad de vida inferior a la que debemos tener”, afirmó.
Impacto económico
La economía en los pueblos del sur también se ve afectada por la contaminación tóxica, principalmente la industria del turismo.
Jessica Emmanuelli, gerente del Pichi’s Hotel, en Guayanilla, reconoció que la realidad plasmada en el TRI no solo afecta la imagen del hotel, sino que espanta a futuros huéspedes.
“Hemos tenido grupos extranjeros de convenciones y otros eventos sociales que desisten de quedarse aquí porque han leído que el sitio está contaminado”, relató Emmanuelli.
“El turismo se ve afectado por la contaminación. Los cuartos más altos son los menos que se venden porque desde las ventanas se ve la bahía, pero también la petroquímica”, lamentó.
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