miércoles, 2 de mayo de 2012

Las nubes salvarán el día

Por JUSTIN GILLIS / The New York Times LAMONT, Oklahoma - Durante décadas, un pequeño grupo de disidentes científicos han estado tratando de agujerear el conocimiento científico prevaleciente sobre el cambio climático, ofreciendo una razón tras otra para alegar que está equivocado. A lo largo de los años, prácticamente todos sus argumentos han sido derribados por la creciente evidencia, y las encuestas indican que el 97 por ciento de los especialistas que hoy laboran en la ciencia del clima ven el calentamiento global como un riesgo serio. No obstante, en años recientes los escépticos del cambio climático han agarrado un último argumento que no puede ser descartado tan rápidamente. Su teoría es que las nubes nos salvarán. Estos científicos admiten que los gases de invernadero que producimos los humanos causarán que el planeta se caliente. Pero afirman que las nubes -que pueden enfriar o calentar la Tierra, dependiendo de su tipo y localización- cambiarán de una manera tal que compensarán por buena parte del esperado aumento de las temperaturas y protegerán el clima balanceado del cual depende la civilización. Su misterio explota el último gran misterio prevaleciente de la ciencia climatológica, la dificultad que los científicos han tenido para predecir cómo se comportarán las nubes. La mayoría científica cree que las nubes tendrán a lo sumo un efecto neutral o que amplificarán el calentamiento, quizás de manera significativa, pero la falta de pruebas concluyentes ha dejado amplio espacio para la disidencia. “Las nubes son la incertidumbre más grande, ciertamente”, dice Andrew E. Dessler, investigador del clima en Texas A&M. “Si escuchas a todos los escépticos creíbles, te darás cuenta de que están apostándolo todo a las nubes”. Richard S. Lindzen, profesor de meteorología en Massachusetts Institute of Technology, es el principal proponente de que las nubes salvarán el día. Su estatura en el campo -ha estado haciendo contribuciones seminales a la ciencia climatológica desde los 1960- ha ampliado su influencia. El Dr. Lindzen dice que la Tierra no será particularmente sensitiva a los gases de invernadero porque las nubes reaccionarán para contraatacarlos, y él cree haber identificado un mecanismo específico. En un planeta en proceso de calentarse, alega, una menor cobertura de nubes en el trópico permitirá que una mayor cantidad de gases escape al espacio, lo que tendrá el efecto de compensar por el aumento de la temperatura. Su idea le ha valido duras críticas de otros científicos, quienes citan errores en sus trabajos y dicen que carece de evidencia concluyente. Según los críticos, ya hay evidencia suficiente para descartar su teoría. Las nubes son tan familiares que es fácil tomarlas por sentado, pero los científicos señalan que ejercen un enorme efecto sobre el clima. La energía que impulsa la vida en la Tierra llega con la luz solar. Para mantenerse a una temperatura estable, la Tierra tiene que devolver al espacio esa energía que recibe, mayormente en la forma de calor. Las nubes alteran el flujo de energía en ambas direcciones. En términos generales, en el clima actual, las nubes enfrían la Tierra. Las nubes densas y bajas son las principales responsables de ese efecto, porque reflejan una considerable cantidad de luz solar de vuelta al espacio. Muchas nubes altas y delgadas tienen el efecto contrario, permitiendo que pase la luz solar pero efectivamente atrapando el calor que está tratando de huir. Los humanos están perturbando el balance calórico de la Tierra con los gases invernadero. Los químicos probaron ya en el siglo 19 que estos gases, especialmente el bióxido de carbono que resulta de la quema de combustibles fósiles, funcionan como una sábana invisible en la atmósfera, bloqueando parte del calor que está tratando de escapar al espacio. A mediados del siglo 20, cuando quedó claro cuán rápidamente estaban subiendo los niveles del bióxido de carbono, algunos científicos empezaron a predecir el calentamiento del planeta. Pero también se dieron cuenta de que hacer un pronóstico preciso era difícil por varias razones, especialmente por la variable de cómo reaccionarían las nubes.

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