martes, 5 de abril de 2011

Más víctimas potenciales

Más víctimas potenciales
Miguel Rivera Puig,
EL VOCERO
(abril 5, 2011)

Es incierta la cantidad de personas que desaparecieron después de haber tenido contacto con el hoy encarcelado depredador sexual Amílcar Matías Torres.


En una investigación que realiza EL VOCERO se encontraron otras dos posibles víctimas: su primera esposa, quien desapareció en noviembre del 1989 en la ciudad de Miami, y quien más tarde fuera su suegro, el comerciante Domingo García Hernández, cuyo paradero es desconocido desde octubre del 1992.


La desaparición de Gloria Esther Santiago, a quien sus familiares llamaban cariñosamente ‘Guine’, pudo haber ocurrido entre el 22 y 23 de noviembre de 1989, según recuerda su hermana Rosa. Ambas compartían un hogar en North Miami.


‘Guine’ nació en 1957. Un día allá para la década de los 70. cuando apenas era una muchachita, ‘Guine’ caminaba junto a Rosa –quien era mayor– cerca del viejo cuartel de la Playa de Ponce, y conoció a Amílcar. Éste le llevaba unos cinco años, pero comenzó a enamorarla.


“Estábamos las dos juntas, íbamos por ahí y él estaba en una casa. Cuando pasamos, bajó y empezó a hablar. Se conocieron y siguieron hablando”, recordó Rosa, al ubicar el lugar en la avenida Hostos, en Ponce.


Con el paso del tiempo, Amílcar acabó viviendo con ‘Guine’ y procrearon un hijo.
“Ella vino a Miami para cuidar de mi nene y yo estaba embarazada. Vino con Amílcar y con su nene de 5 ó 6 años”, relató Rosa.


Tanto su hermana, como su cuñado y su sobrino pasaron a formar parte de su hogar. Amílcar consiguió trabajo en una fábrica de ventanas y ‘Guine’ además de cuidarle los hijos a su hermana, se ganaba un dinero peinando.


Rosa recordó que el día que ‘Guine’ desapareció, ésta había quedado en ir a peinar a una ‘hermana’ de la iglesia que frecuentaba. La mujer, quien requirió los servicios porque iba a viajar a Puerto Rico, llamó repetidamente a ‘Guine’, pero nunca le contestó.


En la sala de la casa dormían Amílcar y su hijo. Ella había dejado allí dos sábanas iguales, una de las que desapareció.


Amílcar no se mostró angustiado ni preocupado al no saber de su esposa, lo que aumentó el misterio en cuanto a qué pudo haber ocurrido.


La puerta de la casa estaba cerrada esa mañana.


Rosa llamó a la Policía, pero –según su recuerdo– “estaba tan turbada que fue Amílcar el que habló con ellos”. Nunca supo qué le dijo su cuñado a los agentes y aunque tuvo en su poder el número de la querella, lo perdió al darle la tarjeta tiempo después a un vecino que era policía para que le averiguara qué había pasado con la investigación.


Celoso a la demencia


Con los años, Rosa recordó que los celos de Amílcar eran demenciales. Relató que éste le colocaba imperdibles en la ropa interior para saber si ella salía.


“Eran celos obsesivos. El mostró ser una persona que no era. Mi papá le sacó vuelo (a ‘Guine’) para Nueva Jersey y yo se lo dije”, narró Rosa arrepentida de haberle dicho a su cuñado que lo iban a abandonar, lo que provocó que él lo evitara.


“Aunque sea duro para mí, para mami… que (Amílcar) no se lo lleve a la tumba”, expresó Rosa esperanzada de que el sujeto, quien es sospechoso de la desaparición de tres adolescentes durante la pasada década en el área sur de la Isla, diga la verdad de lo sucedido.

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