miércoles, 23 de marzo de 2011

Nadja lucha contra el discrimen

23 de marzo de 2011
Para Ana Hilda, madre de Nadja, es muy difícil trasladar a su hija a un vehículo, pues la joven no tiene movimiento en las piernas y ella tiene que levantar todo su peso.
(Primera Hora / David Villafañe)
Nadja lucha contra el discrimen
Jayson Vázquez Torres / Primera Hora

La joven mujer vende coquito y chocolates para comprarse una guagua con una rampa para sillas de ruedas

Visitar una sala de cine es para Nadja Panzardi Santiago un escape de la depresión, al encerramiento y a la realidad. Una realidad que no le permite hacer actividades tan sencillas como salir de su casa.

“Yo, prácticamente, salgo de casa cada tres meses, ¿ustedes pueden creer eso? (Pido que me saquen) porque ya no puedo, me da la depresión y digo que si no me sacan, me tiro por allí con la silla”, declaró la mujer de 37 años, quien a los 14 fue diagnosticada con esclerosis múltiple progresiva.

“Yo me muero por ir al cine”, enfatizó la corozaleña que ha luchado toda su vida contra la sociedad que no la toma en cuenta y la enfermedad.

Actualmente, la joven mujer vende coquito y chocolates para poder adquirir una guagua con rampa para silla de ruedas que le facilite su movilidad.

De niña, Nadja siempre fue enfermiza. Tenía un caminar extraño y sus compañeros la llamaban “borrachita”.

“Mientras los demás niños brincaban cuica, yo me enfogonaba y decía: ‘Mami, ¿por qué yo no puedo hacer eso?’”, manifestó quien a sus 13 años comenzó a practicar el deporte del tenis, a pesar de que se caía mucho.

Esa actividad física duró muy poco al descubrir la enfermedad.

Para confirmar el diagnóstico viajó a Estados Unidos junto con sus padres, Santiago A. Panzardi y Ana Hilda Santiago, y allá le dijeron que regresara a la Isla, pues sólo había un tratamiento para la condición. Así comenzó a inyectarse cortisona.

A los 18 años cayó en silla de ruedas.

“Eso fue horrible. En plena juventud y yo entrando a la universidad, es como, Dios me mandó una cruz y dijo: ‘Éste es el momento, ésta es la prueba de fuego’”, dijo quien no pudo desfilar en su graduación de escuela superior y subió a la tarima descalza porque se le salían los zapatos.

En busca de profesión

Tras graduarse con excelencia académica, Nadja fue aceptada en la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Bayamón y en el Colegio de Mayagüez.

Así comenzó a estudiar ingeniería civil en Bayamón, en un programa de traslado.
“Cuando terminé los dos años fui a Mayagüez a alquilar una casa con mis padres y me di cuenta de que había demasiadas barreras arquitectónicas y que no podría continuar los estudios”, recordó Nadja, quien utilizaba un scooter en 1993 para moverse por el Recinto.

Optó por ir a la Universidad de Maryland, pero el frío le afectó y tuvo que regresar.
Para poder terminar un bachillerato, cambió su concentración a gerencia de materiales y así culminó en la UPR de Bayamón.

“No pensé que iba a encontrar tanto discrimen en el empleo, nadie me quiso emplear. Fui al procurador del Impedido a solicitar ayuda y no me consiguieron empleo. Me decían que no había nada disponible”, argumentó quien veía cómo todos los que se graduaron con ella consiguieron trabajo.

Luego de tres años de búsqueda infructuosa, decidió estudiar derecho y en el 2000 inició la carrera de abogacía en la Universidad Interamericana.

Culminó el grado en diciembre del 2003.

Al filo de la muerte

Luego de terminar su juris doctor, en marzo de 2004, Nadja sufrió una rabdomiolisis: su músculo esquelético segregaba líquidos que los riñones no pueden procesar.

Tras estar hospitalizada por una semana, tuvo un paro renal y un paro respiratorio. Estuvo entubada 15 días de los 31 que permaneció en el hospital, desarrollando pulmonía.

“Ella no tenía fuerzas. Yo se la entregué al Señor. Dije: ‘Dios mío, si es que tú necesitas un ángel, yo te la entrego y tú me vas a dar la fortaleza para poder vivir’. Le dijeron a mi esposo que fuera al sexto piso para que le vinieran a poner los santos óleos”, recordó la madre, que asegura que la más pequeña de sus tres hijas es un milagro.

Su meta

Tan pronto salió del hospital en abril de 2004, Nadja se concentró en estudiar para la reválida de abogado.
En septiembre la tomó.

Aprobó la parte notarial, pero no la general.
“Mi meta es ser abogada y ser jueza”, comentó la joven que dice querer batallar contra el discrimen hacia los discapacitados.

“Me gustaría especializarme en ser una abogada dedicada en defender los derechos de los impedidos. Pienso que Dios me quiere para eso”, enfatizó.

Si desea ayudar a Nadja, puede hacer su donación a la cuenta 054-359-171 del Banco Popular

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