sábado, 10 de julio de 2010

Mujeres se rehabilitan con sus hijos

sábado, 10 de julio de 2010
Arys L. Rodríguez Andino / Primera Hora
No son hermanas, ni primas, ni siquiera se habían visto antes, pero se tratan como una familia.

Ellas no se avergüenzan de vivir con sus hijos e hijas en un Hogar Crea. Tan pronto crezcan les explicarán dónde pasaron la primera etapa de sus vidas y cómo ese proceso de rehabilitación les permite ser las madres que ellos y ellas se merecen.

A algunas les ha resultado más difícil que a otras, pero al final, han podido adaptarse.

Jessika Rodríguez Hernández, por ejemplo, estaba segura de que no duraría más de dos meses en el Hogar, pero ya pasó de un año.

“Ingresé voluntaria, pero a la vez tenía la presión del Departamento de Familia”, expresó la joven de 22 años, quien figura como directora del centro.

A los 14 años, Jessika fumaba marihuana, a los 15 trabajaba en puntos de drogas, a los 16 se inició con cocaína y a los 17 probó crack. “Llegó un momento de mi vida en que estaba hundida completamente. Perdí la confianza familiar y en mí misma. Me gustaba la vida fácil, ganarme el dinero fácil”, admitió sentada en el bohío donde ella y las otras internas reciben las visitas.

La vida que ella creía fácil se le complicó cuando, aun embarazada, continuó con el crack y su niño nació adicto.

“El nene nació un 3 de enero y salió positivo a crack. Familia intervino, me lo quitan desde que está en el hospital y me prohibieron ir a verlo”, explicó mientras el pequeño Ivaniel caminaba a su alrededor.

Para recuperar a su hijo, estuvo dispuesta a luchar, así que no dudó en ingresar al hogar donde podría rehabilitarse y, al mismo tiempo, empezar una relación con el niño.

“Aquí en Crea fue donde por primera vez pude pasar un día para el otro con el nene”, recordó.

También por poder mantenerse al lado de su hijo fue que Jennifer Agosto, de 17 años, aceptó ingresar en el hogar. “Como era con el nene, estuve tranquila”, contó la joven, quien está en el centro por haber dado positivo a marihuana cuando se veía un caso judicial en el que también estuvo involucrado su hermano.

En el caso de Luz Elizabeth Colón, de 23 años, después de abandonar el programa en cuatro ocasiones, al final entendió que ya era tiempo de que manejara esos asuntos de su vida que tenía sin resolver.

Acusada por violación a la Ley 54, la madre de un niño y una niña recapacitó y entendió el privilegio que representa haber tenido a su bebé fuera de prisión.

“Yo me adapto porque en la cárcel no tienes el privilegio de estar con tus hijos”, expresó mientras tenía a Joshiel sentado en la falda.

En el hogar no tiene que preguntarse quién atenderá a su niña de ocho meses. “Aquí yo sé que la tratan bien porque está en mis manos”, señaló.

También con dos hijos en el hogar vive Mitza Cruz González, quien aunque no ha tenido problemas de adicción, tiene que participar de las terapias.

“Llegué en marzo y no tenía dónde quedarme. No tengo adicción pero tengo que hacer todo lo que las demás hacen. (Tengo que) seguir el programa al pie de la letra”, observó y aseguró que no es distinta a sus compañeras.

La dinámica en el hogar hace que cada cual tenga una tarea asignada. La colaboración y el trabajo para evitar demasiadas horas de ocio son esenciales.

“Aquí cada una tiene algo que hacer. Una lava, otra cocina, nos enseñan costumbres, cosas positivas”, explicó Luz Elizabeth.

También hay riñas, pero sin mayores consecuencias. “Pensamos más en ayudarnos”, afirmó Jessika.

Tanto es el sentido comunitario que en Navidad “montan” el hogar como si fuera la casa de ellas, con luces y árboles. Los cumpleaños también se celebran.

Para las salidas mensuales a las que tienen derecho, se ponen de acuerdo en escoger el lugar, siempre alguno en el que se sientan cómodas sin la mirada acusativa del observador, algo que les ocurre cuando salen a vender en los semáforos.

“Hay gente en la comunidad que ni nos miran, nos suben los cristales, arrancan los carros, nos insultan”, expresó Jessika, quien ya está “curá de espanto”.

Al principio, ella y las demás se avergonzaban de salir a la calle con la camiseta que las identifica como participantes de Crea.

“Pero llegó el tiempo en que en esa área maduré, porque yo decía que me tenía que abochornar cuando estaba en la calle metiéndome droga. Es mejor uno andar con una camisa por ahí de que está en recuperación que estar en la calle metiéndose droga”, analizó.

A Jennifer no le ha tocado salir a la calle porque apenas lleva dos semanas en el centro, pero ya les preguntó si tenía que salir con la camiseta. “Veo que a todas les pasa lo mismo. Pensaba que era yo”, dijo cuando sus compañeras le confesaron que todas trataban de cubrirse con un jacket.

Pero más importante que el “bochorno” de la camiseta, estas mujeres sienten que reeducarse al lado de sus hijos es la gasolina que les permite caminar hacia su futuro sin poner en peligro un vínculo que para ellas es esencial.

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