viernes, 30 de julio de 2010

El desierto, tumba para inmigrantes

30 Julio 2010

El desierto, tumba para inmigrantes
Son decenas los cadáveres que se apilan en morgue de Arizona


Por James C. McKinley Jr. / The New York Times

TUCSON - El doctor Bruce Parks abre la cremallera de una bolsa blanca para cadáveres sobre una camilla de acero y con cautela levanta un cráneo humano y una mandíbula, volteándolos en sus manos y examinando los pocos dientes que todavía permanecen en sus cavidades.

La bolsa para cadáveres, llena de polvo por encima, contiene también una pelvis fracturada, un fémur y unos cuantos huesos más pequeños hallados en el desierto en junio, junto con un par de tenis blancas.

“Estas son personas que probablemente no van a ser identificadas”, dijo el doctor Parks, jefe de los examinadores médicos del condado Pima. Hay otras ocho bolsas para cadáveres llenas sobre la camilla.

El depósito de cadáveres del condado Pima está escaso de espacio a medida que la cantidad de inmigrantes latinoamericanos hallados muertos en los desiertos alrededor de Tucson ha ido en aumento este año durante una ola de calor.

El aumento en las muertes tiene lugar en momentos en que Arizona está enfrascada en una agria batalla legal sobre una nueva ley que tiene por fin desalentar a los inmigrantes ilegales para que no se establezcan aquí, corvirtiendo en un crimen estatal el que ellos vivan o busquen trabajo.

Pero la ley no ha desalentado a los inmigrantes tratar de cruzar cientos de millas de desierto a pie en medio de un calor que ha roto récords. Hasta ahora han sido traídos los cuerpos de 57 personas que han cruzado la frontera durante julio, lo que hará que este mes sea el peor en muertes de esta naturaleza en los últimos cinco años.

Desde el primer día del año, más de 150 personas sospechosas de ser inmigrantes ilegales han sido halladas muertas, cifra muy por encima de las 107 descubiertas durante el mismo período en cada uno de los últimos dos años. El incremento repentino en muertes ha abrumado a investigadores y patólogos de la Oficina de Médicos Forenses del condado Pima. Hace dos semanas, el doctor Parks se vio obligado a traer un camión refrigerado para almacenar los restos de dos docenas de personas porque las dos unidades del edificio estaban llenas.

“Podemos guardar alrededor de 200 individuos de tamaño completo, pero ahora mismo tenemos aquí 300 personas, y la mayoría de ellas son cruzadores de frontera”, dijo el doctor Parks. “Estamos esperanzados de haber visto ya lo peor de esto, de estas muertes de migrantes. Sin embargo, todavía vemos gran cantidad de restos”.

El aumento en las muertes ha ocurrido a pesar de las muchas señales de que la cantidad de inmigrantes que cruzan la frontera ilegalmente ha disminuido en años recientes. La cantidad de personas atrapadas tratando de entrar ilegalmente por la frontera sin un visado ha disminuido en cada uno de los últimos cinco años y se mantiene en alrededor de la mitad de la cifra récord de 616,000 arrestados en el 2000.

No sólo la recesión económica en Estados Unidos ha eliminado muchos de los empleos que solían atraer a los inmigrantes, dicen grupos de derechos humanos, sino que el gobierno federal también ha intensificado los esfuerzos por detener el paso clandestino de inmigrantes, construyendo gigantescas verjas en varias ciudades fronterizas y llenando la región con cientos de agentes de Patrullas de Fronteras equipados con instrumentos de vigilancia de alta tecnología.

Caminos más aislados

Estas medidas más estrictas han empujado a los contrabandistas y a los inmigrantes ilegales a correr riesgos por caminos aislados a través de los desiertos y montañas al sur de Arizona, por donde a veces tienen que caminar tres o cuatro días antes de llegar a una carretera.

“A medida que logramos más control, los contrabandistas llevan a la gente a áreas más remotas todavía” dijo Omar Candelaria, el supervisor de operaciones especiales del sector Tucson de Patrullas de Fronteras. “Ellos tienen que caminar más y están menos preparados para el viaje, y no lo logran”.

Candelaria dijo que el incremento en hallazgos de cuerpos este año podría deberse en parte también al aumento de patrullajes. Señaló que algunos de los restos hallados este año pertenecen a personas muertas en años anteriores. Pero el doctor Parks dijo que a esto no podría atribuirse todo el aumento de este año. Ciertamente, la mayoría de los cuerpos traídos durante julio, dijo el doctor Parks, eran de personas muertas hacía menos de una semana.

Grupos de derechos humanos dicen que han sido las fuertes y sostenidas medidas del gobierno contra el contrabando humano lo que ha causado más muertes.

“Cuanto más se militariza la frontera, más se impulsa el flujo de inmigrantes hacia áreas más aisladas y desoladas, y a las personas lastimadas o heridas las dejan atrás”, dijo Kat Rodríguez, un portavoz de la Coalición de Derechos Humanos, en Tucson.

En la oficina del médico forense en Tucson, el equipo del doctor Parks, compuesto por cinco investigadores, seis patólogos y un antropólogo forense, se enfrenta a una enorme acumulación de más de 150 restos no identificados, con un caso que se remonta a una fecha tan lejana como 1993.

Desde el 2000, la oficina del doctor Parks ha manejado más de 1,700 casos de personas muertas al cruzar la frontera, y los funcionarios de aquí se las han arreglado para confirmar las identidades de alrededor de 1,050 de los restos.

Los investigadores seleccionan a través de las cosas que el difunto llevaba, en busca de claves -tarjetas de registro de votantes mexicanos, números telefónicos apuntados en pedazos de papel, joyería, rosarios, fotos de la familia. A menudo es muy poco lo que se puede investigar.

“Tuvimos a un caballero que lo que de él llegó fueron los huesos, pero alrededor de su muñeca había un brazalete de un hospital mexicano que llevaba su foto”, dijo David Valenzuela, uno de los investigadores.

Si no se encuentran documentos, la tarea resulta más ardua. Muchos de los inmigrantes fallecidos eran demasiado pobres para haber visitado a médicos o dentistas de una manera regular, por lo que es posible que no existan récords dentales o médicos. A veces, una foto familiar del difunto riendo ampliamente es todo lo que los investigadores tienen para documentar el trabajo dental.

En una mañana reciente, Bruce Anderson, el antropólogo forense de la oficina, estaba examinando el esqueleto de un joven adolescente, cuya edad oscilaba entre 14 y 17 años. Sus restos momificados fueron hallados en la Reserva India Tohono O'adham, al oeste de Tucson, el 15 de julio. La única pista para su identidad era la falta de un diente delantero y los dientes circundantes juntos en el espacio.

El doctor Anderson llamó a la Coalición de Derechos Humanos, que tenía un informe de una persona de 13 años que había sido reportada como desaparecida este año después de cruzar la frontera cerca de Sonoyta, México.

Dicha institución caritativa contactó inmediatamente con la familia del muchacho para ver si él había perdido un diente permanente. El doctor Anderson todavía está esperando una respuesta.

El proceso toma tiempo, y los restos se siguen amontonando. El lunes, Anderson se enfrentó a una acumulación de 14 esqueletos nuevos, además de los 40 casos activos que está investigando, dijo él. “Una sola persona no puede ponerse al día con esta enorme cantidad”, dijo.

Los patólogos están también bajo mucha presión. Un día de la semana pasada, la doctora Cynthia Porterfield hizo cinco autopsias, de restos de cruzadores de frontera que murieron en el desierto.

La doctora Porterfield pudo identificar uno: Jesse Palma Valenzuela, de 30 años, que murió el 12 de julio. Tres de sus compañeros de viaje habían tratado de llevar su cuerpo de vuelta a México, pero se cansaron y lo abandonaron, envuelto en una sábana, y lo levantaron de tierra colocándolo en un árbol, para evitar que los animales se lo comieran. Luego cruzaron de nuevo la frontera de vuelta a México y notificaron a la Patrulla de Fronteras.

Los agentes descubrieron el cuerpo de Valenzuela el 17 de julio, exactamente en el lugar donde sus amigos dijeron que estaría, a unas dos millas y media al este de Lukeville, Arizona, no lejos de la frontera. Aunque descompuesto, todavía era reconocible.

“Tenía bastantes tatuajes”, dijo la doctora Porterfield. “Así fue como la familia lo identificó”.

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