26 de julio de 2010
Por El País / Madrid/España
La lactancia protege contra la obesidad en la edad adulta, y la causa es una proteína de la leche materna llamada leptina, según ha determinado el laboratorio de Andreu Palou, de la Universidad de las Islas Baleares.
El descubrimiento es en sí mismo un argumento a favor de amamantar, pero también plantea la conveniencia de añadir leptina a los potitos y leches maternizadas.
El grupo de Palou descubrió hace tres años que la leptina es el componente de la leche materna responsable de los efectos beneficiosos de la lactancia natural. Si se toma leptina al mamar el organismo del bebé queda programado para protegerse de la obesidad y sus efectos patológicos en la vida adulta.
Los estudios se iniciaron en ratones y su validez se ha podido extrapolar a los humanos, aunque por un criterio indirecto: las mujeres difieren mucho en el contenido natural de leptina en su leche materna, y esas diferencias correlacionan con el riesgo de obesidad en sus hijos.
Este hecho no solo indica que los resultados son válidos en humanos, también sugiere que, aun cuando las madres opten por amamantar a sus hijos, puede convenir suplementar esa dieta con preparados de leptina en algunas mujeres en donde sea más escasa.
Pero nada de esto ocurrirá mientras los efectos de la leptina no se comprueben en un ensayo clínico con bebés que reciban los varios tipos de alimentación relevantes: natural y artificial, con y sin leptina. “El seguimiento de los bebés para ver los efectos llevará unos cuatro años. A esa edad ya se pueden detectar los primeros signos de la obesidad y sus consecuencias”, afirma Palou
Pero ese ensayo está aún por organizar. Mientras llega, Palou, que también es vicepresidente del panel científico de nutrición de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), insiste en que lo recomendable es la lactancia materna, y probablemente lo seguirá aunque se pueda suplementar con leptina en las madres que tengan poca.
mala reputación
La leptina tiene una pésima fama, y precisamente en el campo de la nutrición y la obesidad. La proteína, que se conoce desde 1994, constituye el más célebre fiasco en la farmacología del sobrepeso. Se pensaba que la leptina era producida solo por el tejido adiposo, y que su principal función era comunicar al cerebro que ya había bastantes reservas de grasa corporal, y que por tanto redujera el apetito. Los ensayos clínicos mostraron, sin embargo, que la administración de leptina a voluntarios obesos no sirvió para que adelgazaran.
Pero Palou observó que el estómago humano produce leptina, y que la proteína también estaba presente en la leche materna. Lo más chocante era que, mientras que las proteínas ingeridas suelen destruirse en la digestión, la leptina podía absorberse intacta por el estómago del bebé. El estómago está conectado mediante nervios y sistemas hormonales con los centros cerebrales que controlan el peso corporal, así que Palou decidió explorar la cuestión a fondo.
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