miércoles, 23 de junio de 2010

miriam jimenez experta en problemas discrimen puertorriquenos de raza negra

23 Junio 2010

miriam jimenez experta en problemas discrimen puertorriquenos de raza negra
Nos odiamos a nosotros mismos. Si te odias, ¿cómo puedes luchar contra la injusticia? Ni siquiera la reconoces”


CARMEN DOLORES HERNÁNDEZ / Especial para El Nuevo Día

iriam Jiménez mira de frente, habla claro y defiende con pasión sus puntos de vista. Ha vivido casi toda su vida en Estados Unidos como miembro de una minoría contra la que se discrimina por partida doble: es puertorriqueña y es negra, aunque en Puerto Rico pasaría por blanca, según la expresión que se usa para disimular las peculiaridades negativas adscritas a la raza negra. Está acostumbrada a reclamar sus derechos y a cuestionar lo que otros toman por sentado.

Se crió en los “projects” de East Harlem (equivalentes a los residenciales públicos), en una comunidad de puertorriqueños y afroamericanos. Los primeros eran muchos; tantos que la niña no tuvo la necesidad de aprender inglés hasta que llegó a tercer grado. El entorno era muy boricua, como si sus padres hubieran permanecido en el pueblo de San Sebastián, de donde eran oriundos. “Éramos más puertorriqueños que los de aquí”, dice. “Yo sé hacer pasteles, alcapurrias, muchas cosas que mis primas de aquí no saben hacer”.

Los afroamericanos también eran muchos. Vecinos de los puertorriqueños, comían arroz y habichuelas y bailaban salsa. “Era una relación bien íntima”, dice. Si algo aprendió de la situación fue que ni los unos ni los otros caían dentro de los parámetros de la sociedad blanca. “Cuando yo tenía siete u ocho años una maestra nos dijo que si algo nos pasaba, buscáramos la ayuda de un policía, que era nuestro amigo. Yo no se lo creí. En mi barrio el policía era un instrumento de violencia. No había policías puertorriqueños: todos vivían fuera del barrio y entraban a oprimir”. Eran los años sesenta y se incubaba ya una rebeldía que daría fruto en las luchas por los derechos civiles de las minorías: Malcolm X, los Young Lords, Piri Thomas fueron los modelos de la juventud de Miriam.

Cuando cumplió doce años, la ciudad la transportaba en autobús a una escuela fuera del barrio. “Eran buenas escuelas del Upper East Side donde yo era la única puertorriqueña, con alguno que otro asiático y algunos negros. Había pocos estudiantes que no fueran blancos de clase media. Me empecé a dar cuenta de que había contradicciones profundas de raza y de clase en la experiencia americana”.

Miriam se dedicó a examinar esas contradicciones, primero en sus estudios graduados en la Universidad Estatal de Nueva York en Binghampton y luego en el Schomburg Center for Research in Black Culture, establecido gracias al interés de un puertorriqueño negro en la cultura africana universal.

Vio la otra cara de la moneda durante los siete años -de 1976 a 1983- que pasó en Puerto Rico. Conoce muy bien las formas sutiles en que se practica el racismo, aun dentro de las comunidades latinas: “Mi papá era un hombre negro que se entendió como negro desde el momento en que nació. En San Sebastián hay pocos negros y casi todos son familiares míos. La gran mayoría aparenta ser blanca. Para los puertorriqueños eso es un punto neurálgico: en una familia, el más claro es el ‘blanco’. Los hombres suelen buscarse una mujer más clara para ‘mejorar’ la raza. Y hablar de ‘trigueño’, es no decir nada, no declararse. La cuestión de la raza no tiene que ver con algo biológico; es un concepto social. Lo que importa es la vivencia. Si camino por la calle y me ven como negra, me tratarán así. No podemos seguir negándolo: no es el censo el que dice que somos blancos, somos los puertorriqueños mismos”.

La negación se manifiesta también en un ideal de lo “bueno” y “perfecto”, de un modelo a imitar: por eso en Puerto Rico, dice, hay tantas rubias y las mujeres se arreglan tanto para acercarse a ese ideal. “Nos odiamos a nosotros mismos. Si te odias, ¿cómo puedes luchar contra la injusticia? Ni siquiera la reconoces”.

El interés de Miriam en la raza, el género y la clase ha desembocado en el estudio de las relaciones entre los afroamericanos y los latinos en Estados Unidos y las crecientes tensiones entre ambos grupos, especialmente ahora que los latinos más jóvenes no han tenido una historia común con los afroamericanos. “No entienden por qué tienen que tener alianzas con ese grupo”. Como Scholar in Residence del Schomburg Center for Research in Black Culture y como directora ejecutiva del Afro-Latin@ Forum (que llevó a cabo una campaña reciente para que los latinos negros se identificaran como ambas cosas en el censo), investiga la historia de la experiencia negra puertorriqueña y cubana en Estados Unidos durante los años veinte, treinta y cuarenta.

Acaba de editar, con Juan Flores, el primer libro sobre el tema, “The Afro-Latin@ Reader. History and Culture in the United States” (Duke University Press). Para concluir, Miriam Jiménez dice de sí misma: “Soy una persona muy política desde joven. Más que escribir, me interesa cambiar las cosas. No puedo pensar en ningún momento, desde que tengo quince años, en que no tuviera una agenda política y un deseo de cambiar el mundo”.

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