martes, 26 de mayo de 2009

Curadora de llagas

martes, 26 de mayo de 2009
Libni Sanjurjo Meléndez
Primera Hora

Él sólo pasó por allí para saludar a la doctora Arcadys Rodas González.
Ese día no quería limpiarse la úlcera. Ella, sin embargo, lo convenció con palabras fuertes de que traspasara el umbral que lleva a su consultorio y le dejara examinarlo.
“¿Hace cuánto no te limpias la úlcera?”, le preguntó luego de llamarlo con autoridad por su nombre y apellido.
“Cinco días”, le contestó.
Lo invitó a sentarse, le levantó la pierna derecha y la colocó sobre una banqueta, le retiró suavemente el mahón.
Una gran úlcera había conquistado su extremidad: desde la parte baja de su rodilla hasta arriba del pie.
La escena era desgarradora.
Se colocó los guantes y comenzó a quitarle los viejos vendajes. Se quedaron solos. Ése es el momento que tienen, dice la especialista, para “encontrarnos”.

Sus “pacientes” le hablan de problemas, de sus vidas y frustraciones y, algunos, de sus deseos de rehabilitarse.
La limpieza de la úlcera tiene que ser diaria para curar, al menos esas llagas, las que son visibles al ojo humano.
En una semana, sin embargo, puede que sólo se limpien dos veces.
Las úlceras crónicas podrían tenerlas durante meses. Si no están infectadas no les dolerán.

“Es un mundo difícil... Recibes gente con úlceras que no curan... Cuando indagas, descubres que se están inyectando en la misma úlcera porque ése es el único sitio que les queda”, manifestó Rodas González.
El proceso de limpieza es sencillo. Se lava el área con agua y jabón, se seca, y se cubre con triple antibiótico. Se coloca una gasa y se venda para evitar que moscas depositen huevos que se tornan en gusanos.
Para los afectados el proceso es cuesta arriba. No tienen dinero ni vivienda. Se vendan con lo que encuentran, un trapo.

Eso era lo que tenía el hombre que la llevó a curar de forma voluntaria las llagas de los participantes de la organización sin fines de lucro Las Duchas del Padre Venard, en La Perla del Viejo San Juan. El pedazo de tela que tenía aquel individuo cubría una úlcera que exponía huesos y tendones.
“Esa escena me pareció tan indigna para el ser humano”, recordó la doctora sobre el día que se acercó a Las Duchas a llevar comida. Ya lleva tres años y medio.
Al llegar es difícil identificarla, porque no lleva bata blanca de médico, título que ostenta hace 23 años. “Soy una voluntaria más”, advierte.

Los primeros meses, los deambulantes no querían ser atendidos por la mujer de acento venezolano. Pero, se decía a sí misma: ‘cuando tú tienes voluntad, te quedas’.
La doctora ya ha visto a algunos rehabilitados que ha tardado en reconocer porque la mayoría de los que vienen “están tan desgastados, han perdido tanto peso y el mundo de la adicción te va acabando... después al verlos, están distintos”.

Para ella, el camino de la rehabilitación es difícil, pero no imposible.
Al verlos en mal estado, asegura, no los juzga, porque eso “no me corresponde. Por alguna circunstancia cayeron en el mundo de la adicción y les toca deambular”.
Para ella, la deambulación es un problema complejo que requiere el trabajo orquestado de las agencias pertinentes.

Cuenta que algunos de los participantes son atendidos en otros sitios, como el dispensario Hoare en Santurce, donde reciben antibióticos, sin embargo, llegan a La Perla a curarse.
Esa limpieza debe significar mucho para los deambulantes. Arcadys, sin embargo, siente que “hago muy poco”.
¿Por qué? Porque cada vez son más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario