lunes, 20 de octubre de 2008

Fraude de la cárcel

lunes, 20 de octubre de 2008
Mariana Cobián
Primera Hora

“¡Felicidades! ¡Su número ha sido seleccionado para ganar un premio!”

Qué bonito suena que le digan a uno que se ganó un carro, y más en estos tiempos económicamente difíciles. ¿A quién no le gustaría tener en sus manos una guagua Ford Expedition o Nissan Armada gratis o hasta poder revenderla para poder pagar las cuentas?
A nadie le amarga un dulce. Pero ese “bombón” podría salir bien caro.

Si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo es. Se trata de una trampa en la que algunas personas, lamentablemente, caen.

Son muchos los que sucumben en este esquema de fraude que lleva tiempo ocurriendo, pero que evoluciona y se moderniza a tal punto que se le hace difícil -sino imposible- a la Policía tomar acción para detenerlo.

Esta modalidad cobró auge en el 2003 cuando reconocidas personalidades fueron víctimas de fraude. La sargento Wanda Torres, de la División de la Propiedad del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC), recordó que las transacciones de dinero eran en persona, por lo que podían apresar al sujeto que cometía el delito.

La ciudadanía cobró conciencia y hubo una reducción significativa de casos entre 2004 y 2005. Torres indicó que en el 2006 “empezaron a llegar llamadas” y, desde entonces, se reportan alrededor de 100 casos anuales en el área de San Juan.

“Ellos lo pintan bien bonito, te ganaste una guagua valorada en $30 mil. Pero se le orienta a la ciudadanía que les digan que saben que es un fraude y no los llaman más”, expresó Torres.
Son confinados

Torres detalló que los que realizan este tipo de esquema están en instituciones penales y que todo comenzó en la cárcel de Guayama. Los presos consiguen celulares prepagados (que no tienen contratos) y obtienen listas de teléfono de la guía telefónica, de los números de celular que aparecen en los vídeos de música por televisión y hasta les pagan a empleados de compañías de celulares para que les provean listas telefónicas.

Llaman a la persona y le dicen que se ha ganado un carro o un jet ski o una motora. Si la víctima duda lo que le están ofreciendo, algunos llegan al punto de decirle que son licenciados y que es parte de una promoción de tal o cual dealer de autos, que puede ir allí a ver el carro que ganó.
En algunos casos, se comunican con el concesionario antes que llegue el “cliente”, le dicen que es de un canal de televisión y que están interesados en ofrecer uno de sus autos en una rifa, que pasarán más tarde a verlo. Esto con la intención de que los empleados del concesionario separen el auto y se lo muestren al que están tratando de timar para que les crea.

Varios caen en la trampa y envían el dinero, que puede variar desde $100 hasta los $900 por el supuesto costo de grúa y tablilla del auto que nunca reciben.

Los entrampadores les dicen que envíen el dinero a través de Money Gram o Western Union porque no se identifica quién lo recoge ni dónde. Tienen familiares o amistades en la libre comunidad que les hacen el “favor” y se dividen las ganancias.

“En un día, cada uno se puede ganar entre $1,500 y $2 mil, después de dividir las ganancias con los civiles que los ayudan”, explicó Torres, según les informó a las autoridades un confidente.
La Policía ha intentado detener a estas personas a través de Money Gram o Western Union, pero Torres explicó que la política de ambas compañías es no pedir identificación al que deposita o retira el dinero. Han emitido subpoenas a sus oficinas centrales en Estados Unidos, pero lo único que tienen es dónde lo buscaron y la firma del que recibe, que en la mayoría de los casos -si no en todos- es falsa.

“Ya se han ido modernizando. Ahora lo que hacen es trancar la investigación a la Policía y no se les puede detectar”, confesó Torres, quien dijo que entre los confinados “es un jueguito”.
Peligro de extorsión

Si la persona envía el dinero, es peor. Por lo regular llaman para pedir más. Y si no lo hace, lo amenazan al decirle que saben dónde vive, por lo que se convierte en un caso de extorsión.
“Ya el fraude en sí se convierte en una extorsión. Y entonces, con más razón, lo envían. Y mira que se ha orientado a la ciudadanía (sobre este tipo de caos). Y siguen cayendo”, lamentó la sargento.

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